¿Qué pasó con... Diego Rojas?

¿Sigue nadando?

Practico deporte un mínimo de cuatro o cinco días a la semana y lo normal es que en tres de ellos haga natación. La última vez que competí, hace dos años en Eslovenia, lo hice en cinco pruebas: en una quedé tercero, en dos segundo y en otras dos, campeón de Europa.

¿Cómo empezó en la piscina?

Nadaba en el Labradores, a los 16 años empecé en serio y me fui a la Residencia Blume de Barcelona, donde estuve cinco años. El primer día en la Blume tuve que salirme al final del calentamiento porque estaba hecho polvo. El primer año ya fui internacional con el equipo B de España y, al siguiente, con el A.

No todo el mundo aguanta la exigencia de la Blume.

Tiene que gustarte mucho y tener capacidad. Yo al principio tuve que amoldarme a los entrenamientos y al final acabé siendo más de cien veces internacional, campeón y récord de España. Lo dejé porque era complicado compatibilizar el nivel de los estudios con el entrenamiento y todo eso coincidió con la muerte de un íntimo amigo en accidente de tráfico. Me quitó la inspiración para nadar.

Manuel Molinero...

Sí. Era maño, mi amigo, una persona muy querida. Murió el día de su cumpleaños y eso me marcó muchísimo. Me tocó algo por dentro y ya me costaba entrenar.

El tiempo que nadó a alto nivel le cundió.

En 1969 ya estuve tres meses en la Blume, donde permanecí del 70 al 75. Acudí a dos mundiales y hacía los 200 libres en 1.55, que en aquella época, hace 45 años, era de las mejores del mundo. Me piqué con un amigo catalán y empecé a nadar los 200 hasta que logré plaza en el equipo A de la selección.

¿Su prueba predilecta?

El 200 libres. Cuando llegué a la Blume no sabía nadar a mariposa y me lo propuse para el Campeonato de España que inauguraba la piscina del Club Natación Sevilla. En cuatro meses bajé de 1.10 a 59 segundos. Fue el primer andaluz en bajar del minuto en el 100 mariposa, que ya no volví a nadar jamás.

¿Qué supuso el cierre del Club Natación Sevilla?

Una pena horrorosa. Nos dio mucha lástima que desapareciera. Tenía mucho encanto, era nuestra segunda casa. Lorenzo Muñoz, que nos formó, era como un segundo padre para nosotros. El día que se cayó parte del techo, Javier Ojeda y yo estábamos nadando. Coincidió con la crisis económica; si no, no habría cerrado. Era una fábrica de deportistas. Yo provenía del Labradores, pero siempre nadé con el Natación. Era uno de los clubes con más historia a nivel español.

Javier Ojeda es buen amigo.

Sí, era el referente al que todos copiamos. Empezó a nadar mucho antes que yo y se fue a la Blume de Madrid. Cuando un club tiene un nadador bueno, todo el mundo se fija en él y es un ejemplo a seguir para todos los que vienen por detrás. A Javier Ojeda y Paquili, nuestros ídolos, los copiábamos hasta en la forma de comer.

Y volvió para categoría Máster.

El Natación Sevilla me llamó para un relevo en 2008 y ahí empiezo otra vez. En 2013 quedé tres veces campeón de Europa y logré treinta récords de España. Fue un año un poco sabático y en verano entrenaba con chavales jóvenes, de veintitantos años, para esforzarme más y mejorar. Me dieron el trofeo al mejor nadador máster de más de sesenta años en Eindhoven.