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Vinicius incumple su palabra: de la autocrítica al desquiciamiento
Hace casi dos meses, tras ganar la Supercopa, dijo que tenía que no era un santo y que debía mejorar su comportamiento para dar ejemplo a los niños. Su promesa, de momento, en saco roto
Del cumpleaños al susto: clasificación agónica
Madrid
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Iniciar sesiónEl 14 de enero, Vinicius le hacía un triplete al Barcelona en la final de la Supercopa de España, ganada con brillantez y suficiencia por el Real Madrid (4-1). Título y MVP para el brasileño, que para sorpresa de muchos estuvo aún ... mejor fuera del terreno de juego: «Aprendo cada día intentando ser una persona mejor, pero a veces quiero darlo todo por el equipo y acabo faltando y enfadando a todos, rivales y compañeros. Quiero trabajarlo y ser mejor persona. No soy un santo. Hablo demasiado y hago regates que no se deben hacer. Pero estoy aquí para mejorar y para dar ejemplo a los niños. El entrenador y mis compañeros me están enseñando lo que tengo que hacer».
El cruce de cables de Vinicius por el que debió ser expulsado
Daniel cebreiroAquellas declaraciones, unidas a una primera mitad de la temporada con un comportamiento bastante mejorado a temporadas anteriores hicieron creer que Vinicius había calmado su fuego interior para siempre, pero lejos de ser así, sus actitudes en las últimas semanas le han vuelto a poner en el foco de la crítica. Y andan sobrados de razón.
Se debe partir de una premisa triple. Vinicius es uno de los mejores jugadores del mundo. Vinicius ha recibido y, desgraciadamente, sigue sufriendo insultos racistas lamentables. Y Vinicius tiene un serio problema de comportamiento en el terreno de juego. Quien no sepa entender que las tres situaciones son compatibles, también tiene un problema, como Vini. Pero, en este caso, de compresión. Y, seguramente, de imparcialidad.
Su empujón a Orban, con las manos agarrándole la parte baja del cuello, no gustó nada al vestuario ni, tampoco, a Ancelotti, aunque el italiano pasara de soslayo cuando se le preguntó por ello en la sala de prensa. Vinicius lanzó una moneda al aire y le salió cara, seguramente favorecido por el criterio UEFA, habitualmente más laxo con el equipo de casa, pero le pudo haber salido cruz perfectamente, con las consecuencias negativas que hubiera conllevado para su equipo en un partido que él mismo alivió con un golazo. Volvemos a lo de antes. Es compatible lo bueno que es con sus irresponsables formas.
Vinicius debe entender que vestir la camiseta del Real Madrid es incompatible con su comportamiento. La furia con la que juega no le lleva a ningún lado. Ya tampoco en Europa. El miércoles, en un partido de Champions y en el Bernabéu, en el que no encontró rivales provocadores ni patadas salidas de tono, él solito se desquició. Primero con el árbitro, luego con Orban y al final con todo el RB Leipzig.
Vinicius ya no es un niño ni llegó hace tres días al Real Madrid. Tiene que entender que es un futbolistas al que le van a buscar las cosquillas en la mayoría de los partidos, porque es mejor futbolista que el 99% de sus defensores y porque estos saben que sin ese otro fútbol es imposible pararle. De momento, no lo asume. Pero es que ya tampoco digiere cuando delante nadie le tose ni le chincha. La cerilla y la gasolina la pone el propio Vinicius.
El Madrid sabe lo que hay, como lo saben sus compañeros y Ancelotti. Todos están intentando reconducir una situación que más pronto que tarde acabará dándole disgustos al equipo y al jugador. La duda es si Vinicius de verdad quiere ser mejor persona, un ejemplo para los niños, y otro para el mundo del fútbol. Está en su mano, aunque él se empeñe en que no sea así.
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