Rodrygo se pone morado en la victoria del Madrid ante el Athletic

La primera mitad se resume en la genialidad de Goes en el minuto ocho. Una mala basculación en defensa del Athletic y un acertado cambio de orientación de Brahim pusieron la semilla del golazo de Rodrygo. El brasileño recibió el balón a unos cuarenta metros de la portería y en su eslalon encargó dos cinturas nuevas para Yeray y Paredes. Ya en la frontal, y con la autopista despejada, mandó el balón a guardar a la red de Agirrezabala. Misil a la escuadra izquierda del portero titular en la final de Copa y sequía rota. No marcaba desde el 10 de febrero. Tampoco llovía desde entonces. Ambas cosas han llegado a su fin en Semana Santa.

El 1-0 y la lesión de Yeray en el 24, que se marchó tocado en el abductor de su pierna izquierda, lo que convierte en un milagro su presencia en La Cartuja, dejaron tocado a un Athletic que hasta el tanto de Rodrygo no solo vestía de blanco en el Bernabéu, sino que además era el dueño del balón. Vamos, lo habitual, pero con otro escudo. Cosas del fútbol moderno.

Fue un espejismo. Solo un disparo entre palos de los de Valverde, y en el añadido. Bueno, más que disparo, golosina de Guruzeta a las manos de Lunin. Imposible escaparse emocionalmente del K.O. de Yeray. Y físicamente. A ver quién era el guapo que forzaba la máquina con la final de Copa más accesible para el Athletic de los últimos cuarenta años.

En el Madrid, la producción ofensiva tampoco era para llevarse las manos a la cabeza. El tempranero tanto encendió el brasero y el equipo se quedó calentito conservando la ventaja y buscando una nueva grieta en la defensa bilbaína. La encontró en un disparo de Kroos en el 33, en otro de Valverde en el 39 y en un cabezazo de Tchouaméni en el 43. En las dos primeras, respondió Agirrezabala. En la tercera, el balón del francés acarició el palo. Vivian también hizo lo mismo al interceptar un centro de Brahim. A centímetros del gol en propia. Él no quería, claro.

Tras el descanso, nuevo partido. Para bien. Más ida y vuelta y menos fútbol control. En los primeros cinco minutos, se pudo pasar del 2-0 al 1-1. Una buena arrancada de Rodrygo desde la banda izquierda, su zona predilecta, acabó en un pase al espacio para Brahim y un disparo del andaluz a la madera. En la jugada siguiente, un córner botado por Guruzeta lo empaló desde el segundo palo Iñaki Williams, sin marca ninguna. Lunin reaccionó como el portero grande que ya es. Guardameta que gana puntos, lo que exige ser el guardián del Bernabéu.

Valverde quiso impulsar el avance de su equipo con un triple cambio: Ruiz de Galarreta, Yuri y Adu Ares, al campo. Prados, Guruceta y De Marcos, al banquillo. Las novedades del Athletic le dieron más punch por banda, sobre todo por la derecha, pero también rompió al equipo por el centro del campo. Ahí cocinó el Madrid el 2-0.

Los blancos avisaron con un par de transiciones que ni Carvajal ni Rodrygo supieron finalizar, pero a la tercera, el balón fue a la cazuela. Con Lekue fuera de zona y seis rivales sin bajar, Bellingham montó un contragolpe de cuatro contra tres que acabó en la izquierda, a la carrera de Rodrygo. El brasileño se presentó en la frontal del área pequeña y se quitó de encima a Paredes con un recorte que a cualquiera de nosotros nos hubiera roto el tobillo en tres. Ya delante de Agirrezabala, la mandó al palo corto.

Con la ventaja multiplicada por dos y solo quince minutos por delante, ambos dieron por bueno el resultado. Hay mucho en juego en las próximas semanas. 2-0 y tan amigos. Tanto como para que Militao volviera 233 días después. Domingo de resurrección para Eder. Y noche redonda para Rodrygo. Se puso morado.