Un Real Madrid inocuo se deja dos puntos y el liderato ante el Rayo

Pasa más veces de las que pensamos y es un fenómeno curioso. Equipos como el Madrid, acostumbrados a jugar cada tres días y necesitados de descanso por el alto número de partidos, suele tener mala digestión cuando la semana es limpia. Ahí te dejo el cebo, Íker Jiménez.

Liberado de las dos primeras rondas de Copa, como los otros tres equipos que jugarán la Supercopa de España en Arabia el próximo mes de enero, los jugadores tuvieron tiempo para asimilar la victoria ante el Barcelona, tomar aire durante dos días y medio y preparar con calma el partido ante el Rayo. Vamos, la semana ideal para futbolistas y cuerpo técnico, pero a este Madrid le cuesta entrar en calor. Demasiado.

Introdujo cuatro novedades en el once Ancelotti: Fran Garcia, Modric, Camavinga y Joselu, pero no fue una cuestión de nombres. La primera parte del Madrid fue como tantas otras de esta temporada. Poca velocidad en la circulación de balón y escaso acierto en el remate. Valverde pudo poner el partido cuesta abajo en el minuto 6, si hubiera aprovechado un claro mano a mano ante Dimitrievski. Brazo duro del macedonio ante el disparo mordido del uruguayo. A Fede le sienta mejor engatillar que pensar.

Poco después, Bellingham, el único que tuvo la flecha hacia arriba, para variar, dio el susto en una jugada extraña en medio campo. El inglés quiso bajar un balón con el pecho y con las rodillas hincadas en la hierba, pero la inercia en la caída le lastimó su hombro izquierdo. Dos minutos de atención y silencio en el Bernabéu, que respiró hondo y aplaudió con rabia para liberar tensión. No está este Madrid para que Jude se vaya a la enfermería.

Una asistencia con caño de Modric a Carvajal, un remate de izquierdas de Joselu y un par de disparos de Fran García y Alaba por encima del larguero de Dimitrievski fue lo más peligroso, ocasión de Valverde aparte, de un Madrid con poco colmillo.

Ese que ha perdido Vinicius en su nueva posición y que sí que saca cuando se tira a banda. Anoche, volvió a revivir ciertos arbitrajes del pasado. Necesitó que le hicieran tres faltas para que le pitaran una, tuvo que recibir otro par para que su pareja, Ratiu, viera cartulina, y recibió amarilla con protesta y media.

Tras el descanso, Ancelotti mantuvo las piezas sobre el tablero, a pesar de la inocuidad de la mayor parte de ellas, y esperó hasta el minuto 70 para meterle veneno al partido. Confianza excesiva del italiano. Nada cambió en la segunda mitad como para mantener el mismo equipo 24 minutos más. Solo un gol anulado a Vinicius, por fuera de juego previo de Joselu. Y la nada.

El Rayo tenía el partido justo donde quería, con metros para correr, sin excesiva obligación defensiva y con el Madrid, y la afición, más pendiente del celo de Martínez Munuera a la hora de sancionar las faltas, que de un empate que le bajaba del liderato.

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La tardía entrada de Rodrygo y Kroos dio más empuje a los blancos, pero jugar con fuego, y con prisas, no siempre le va a salir cara al Real Madrid. La tuvo Rodrygo, al poco de salir, en una buena combinación con Carvajal que remató el brasileño con su pie derecho al palo izquierdo de Dimitrievski. Caricia que no poste.

Ancelotti también cambió de sistema. 4-3-3, con Rodrygo y Vinicius a las bandas, como en los viejos tiempos, pero el Rayo juntaba bien las líneas y el ataque blanco tenía más corazón y piernas que cabeza. Un remate de tacón de Rodrygo, estiloso en ejecución, pero suave en potencia, fue la mejor ocasión en esos siete minutos de prolongación, esta vez sin épica. El Girona es el nuevo líder. Bajonazo.