El primer gran escándalo del Real Madrid: su delantero estrella se fugó a Cuba en un barco

De origen humilde, la familia de Gaspar Rubio se mudó a Cataluña, donde su padre encontró trabajo en una fábrica de cava. El niño tenía dos años y destacó enseguida con una pelota en los pies. Jugó en diferentes equipos de la provincia de Barcelona, hasta que en 1926 fichó por el Levante. Volvía así a Valencia, tierra natal a la que también habían regresado sus progenitores. La de Gaspar fue una estancia corta. Finalizada la temporada, el secretario técnico del Real Madrid, Pablo Hernández Coronado, se personó en la capital del Turia para contratar al futbolista del que hablaban maravillas.

Lo describe Félix Martialay en su libro 'Una historia de la selección española de fútbol': «No era el tipo de delantero centro que se llevaba entonces en el fútbol; eran los tiempos del ariete tanque, rompedor, ciclópeo... y Rubio era enclenque, filigranero, hábil... Y con un par de filigranas cautivó a todos, porque tras cada filigrana venía un gol. Sabía ver el juego en el campo y sus pases eran de tiralíneas. Sus regates, de arabesco. Sus tiros, mortales. Su juego, genial».

Y genial todo él. «El día que llegó Gaspar a Madrid lo llevaron al Café Riesgo, en Alcalá esquina a Peligros, donde había tertulias de políticos, iba mucho Indalecio Prieto con Juan Belmonte, de artistas, toreros y deportistas –relata el diario Levante-. A Gaspar lo presentaron a los críticos de la época. Llegó con la boina calada hasta las orejas y la gabardina hasta los tobillos. Era la estampa del cateto, del pobrecito hombre de pueblo. Los críticos lo tomaron a broma desde el principio y mucho más cuando le preguntaron por su jugada preferida. 'Si centra el extremo izquierda –dijo-, la paro con la derecha y chutó a gol con la izquierda. Si centra el extremo derecha, la paro con la izquierda y con la derecha tiro a gol'. Provocó risas y cierto cachondeo. Se corrió el rumor por las redacciones de que el Madrid había fichado a un individuo que, entre otras cosas, era cortito de mente. Llegó el domingo, centró el extremo derecha, la paró con la izquierda y con la derecha hizo gol. La jugada siguiente fue al revés y con la zurda hizo el segundo tanto. Acabó con las risitas de los cronistas».

También a su llegada a la capital de España y respondiendo a la pregunta de un periodista, se describió a sí mismo de la siguiente manera: «¿Usted ha visto jugar a Samitier (futbolista estrella del Barcelona)? Pues una cosa así, pero en mejor».

Gaspar Rubio fue un pionero en España del fútbol profesional. En la más amplia extensión de este (entonces) nuevo concepto y desarrollado en todas sus facetas, las buenas y las menos buenas. Sin ir más lejos, el Real Madrid tuvo que pagarle 4.000 pesetas (24 euros) de ficha y 500 (3€) de sueldo mensual, un dineral entonces, para contratarlo. Y poco después inauguró una práctica que poco a poco se convertiría en habitual: negociar el cobro de primas económicas en función de resultados u objetivos. Cuentan que llegó a exigir cantidades de dinero extra durante el descanso de algunos partidos cuyo marcador era desfavorable si al final se obraba la remontada.

Sobre el césped el delantero valenciano convenció a los más escépticos durante su primer año en Madrid. Una temporada extraña debido al fallido intento de poner en marcha la Liga. La división entre clubes provocó la celebración de dos campeonatos paralelos, unificados por fin al año siguiente. Así, la 1928-29 fue la primera Liga española (participaron diez clubes). El Real Madrid acabó segundo con 23 puntos, a dos del F.C. Barcelona, primer campeón. Aquella edición inicial comenzó en febrero de 1929 y en la tercera jornada, 3 de marzo, Rubio se estrenó en el nuevo torneo. Marcó un gol en el triunfo del Madrid ante la Real Sociedad (2-1). El ariete jugó 17 de los 18 partidos ligueros y anotó 11 tantos, seis menos que Bienzobas (R. Sociedad), el máximo goleador.

Rubio asimiló mal el protagonismo, tanto en su equipo como en la selección española. «Amén de su carácter irregular, estaba su vida no menos desordenada -escribe Martialay-. Había pasado de la miseria a lo que pudiera considerarse como millonario. Un millonario agasajado por todos... y todas. Súper famoso y con dinero en el bolsillo y con 20 años... A los 21 años el seleccionador don José María Mateos le hizo debutar con el equipo nacional, metió tres goles a Portugal. Al mes siguiente le metió cuatro goles a los franceses. Y en mayo de ese mismo año 1929 jugó contra Inglaterra en el famoso partido del día de San Isidro en el que los pross mordían el polvo por primera vez en su historia; Rubio metió dos goles antológicos que fueron los que dieron la vuelta al resultado. Había llegado a la cúspide de su fama y gloria».

En noviembre de 1929, el propio futbolista desveló en una amplia entrevista en 'Blanco y Negro' (revista semanal de ABC) que había firmado un contrato de cinco años con el Real Madrid, pero ya dejó caer repetidamente una advertencia: «naturalmente, jugaré el primer año. Luego, ya veremos». No ocultó sus intenciones ni, según la introducción del entrevistador, Tom Ray, su enorme ego: «En el delantero centro internacional no hay falsa modestia. Ni de la otra. Habla con la seguridad de un convencido, y dice de sí y de sus proezas pasadas y futuras como si leyera en libro abierto».

Rubio opina a tumba abierta sobre aspectos deportivos y, cosa inaudita, da nombres de futbolistas de otros clubes con los que, según asegura, estaba negociando el Real Madrid. Siempre, eso sí, colocándose él como centro del universo blanco: «El equipo necesita entrenarse, y alguna pequeña modificación para quedar mejor que antes. «Estamos» en relaciones con Sastre, el notable delantero del Barcelona, que a mi lado será un jugador extraordinario. Cosme en el interior izquierda será un gran elemento, porque conmigo se entiende muy bien. Luego Lazcano completará línea, prescindiendo tal vez de Olaso... En la línea de medios, Lope Peña, entrenado, lo hará mejor que el otro Peña. Tenemos una magnífica defensa con Torregrosa, Quesada y Nebot. Seremos campeones...».

Sobre su particular filosofía del esfuerzo y la alta estima en la que se tenía a sí mismo, varias perlas contenidas en esa entrevista: «Mi juego no es violento. Al contrario, porque como yo quiero jugar muchos años al fútbol me reservo bastante. Pero esto no quiere decir que no sepa cuándo debo emplearme a fondo y cómo debo proceder contra cada equipo rival... Además de que me entreno como es debido para conservarme en forma, hago una vida sana y jamás cometo exceso de ninguna clase. Eso de reservarme depende de la clase de partidos, porque cualquiera comprenderá que no es siempre obligado dar un rendimiento máximo. Hay que ganar los partidos y nada más… No es que haya habido dificultades para firmar mi ficha. Lo sucedido fue que yo había recibido muchas y buenas proposiciones de distintos Clubs. A mí, sin embargo, en igualdad de condiciones, me conviene jugar en Madrid y por el Madrid».

Pese a las buenas actuaciones de su delantero estrella, al Real Madrid le fue bastante peor en la Liga 1929-30. El club blanco quedó quinto con 17 puntos, muy lejos de los 30 que sumó el campeón, Athletic de Bilbao. Eso sí, Gaspar Rubio marcó 19 goles, solo uno menos que Gorostiza (Athletic), el mejor artillero del torneo. Por eso, con esos números como argumento principal, al futbolista levantino le sentó fatal el fichaje de Ricardo Zamora, portero barcelonés de fama mundial.

Lo que enfadó a Rubio fue que el 4 de septiembre de 1930 el Real Madrid pagase al Español 100.000 pesetas (600€) por el guardameta y, sobre todo, que Zamora cobrase más que él. Y le indignó por su natural soberbia y porque desde hacía meses aseguraba sufrir de gran dolor en el astrágalo, hueso que une la tibia y el peroné con el pie. Aunque en julio de 1930 fue sometido a una operación en la que le extrajeron varias esquirlas del citado hueso, buena parte de la opinión pública dudaba de sus quejas y, por tanto de su lesión. Su pose y expresión fanfarronas le condenaron, y pasó de ser conocido por un apodo laudatorio, 'rey Gaspar', a tener que aguantar las burlas de quienes le llamaron 'rey del astrágalo'. Fue la gota que colmó el vaso de su escasa paciencia.

El comienzo de la tercera edición de la Liga estaba fijado el 7 de diciembre. Antes, los clubes jugaban sus campeonatos regionales y concertaban algunos partidos amistosos. El sábado 1 de noviembre de 1930, el Real Madrid ganó 4-1 al Unión Sporting madrileño en el torneo de la Federación Centro. Sobre Gaspar Rubio, autor de dos goles, esto decía la crónica de ABC: «nuestra creencia -y la de buena cantidad de aficionados- es que lo del astrágalo fue una broma... como lo de la pretendida convalecencia. Puede jugar, cuando quiere; pero quiere pocas veces».

El domingo 2 de noviembre, el Sevilla-Madrid amistoso finalizó en empate (2-2). Rubio no marcó ningún gol… porque ni siquiera viajó con el equipo. Simplemente, no apareció. Se había ido a La Coruña, donde el martes 4 de noviembre de 1930 se embarcó en un barco con destino a América. El mejor testimonio del escándalo nacional vivido durante aquellos días se halla en la hemeroteca. La profusión de lo publicado da una idea del ruido provocado por la espantada del futbolista valenciano.

El titular de El Mundo Deportivo resumía lo sucedido: «Gaspar Rubio, el famoso delantero del Madrid, salió anoche, sin previo aviso ni permiso, a bordo del 'Cristóbal Colón' con rumbo a Nueva York y La Habana». El diario deportivo catalán informaba con detalle: «En la madrugada de ayer circuló el rumor de que se encontraba en La Coruña el delantero centro del Real Madrid, Gaspar Rubio, el que se proponía embarcar para América... En efecto, en la habitación 41 del céntrico hotel Continental se encontraba Rubio con Fernando López Sainz y José López Rois… Los reporteros se dirigieron a la agencia de la Compañía Trasatlántica donde se les dijo que en efecto se habían sacado tres pasajes para La Habana, de tercera preferente, a nombre de los señores indicados. Inmediatamente se dispusieron a conversar con los presuntos viajeros encerrándose Rublo en un mutismo absoluto. El que contestó fue don Fernando quien dijo que Rubio se habla desplazado con permiso del club quien le había autorizado a hacer un viaje de turismo por Cuba y los Estados Unidos. En efecto, Rublo mostró un permiso firmado por el señor Hernández Coronado, permiso que finaliza el 23 de noviembre. Rubio manifestó que el 30 se encontraría de regreso para jugar un partido en Madrid».

«Los periodistas aprovechando un momento pudieron cruzar algunas palabras con Rubio: -'¿Definitivamente se va? –'Sí, con el permiso del Real Madrid que aquí tengo. No me pregunten más; sepan que volveré'. –'iPero si la fecha de permiso no le da tiempo para ir y volver!' No sabiendo qué contestar, Rubio salió del apuro preguntando a un oficial que en aquel momento cruzaba el puente a qué hora salía el barco... Al insistir de nuevo los periodistas en que no tenía tiempo para volver, contestó: 'Pues si no llego, hasta cuando llegue'».

La afirmación de Gaspar Rubio sobre el supuesto permiso para viajar que le habría dado el club era desmentida por La Nación. El diario vespertino llevaba en la edición de ese mismo 4 de noviembre una noticia en portada. Se titulaba «De la desaparición de Rubio» y contaba lo siguiente: «Esta noche se reunirá la Junta directiva del Real Madrid para tratar de la cuestión planteada con la desaparición del jugador de dicho equipo Gaspar Rubio. Podemos asegurar que no es cierto, como se afirmaba, que la Junta directiva autorizara al citado jugador para ausentarse… Parece ser que Rubio había recibido sumas de gran importancia del Real Madrid, pedidas a cuenta y que se le habían entregado por existir un contrato con dicho jugador de cinco años de duración, y haberle dado dichas cantidades a cuenta de su sueldo».

La Voz, otro periódico vespertino, también negaba que el Madrid hubiera dado permiso alguno a su delantero. La noticia se publicó bajo el epígrafe «El fútbol pintoresco», y es muy crítica con Rubio tanto en el titular –«El rey del astrágalo… abdica»- como en el texto: «El 'pobrecito', que gana ((bueno, eso de 'ganar' fue hace tiempo), que recibe sus 1.000 pesetas (6 €) mensuales y lo que cae… y a cambio de ello sólo da sofocones a sus directivos… Lo que no sabe el 'pobrecito' es que en Yanquilandia deben sacudir 'ca patá' porque los jugadores se reclutan de los fracasados en los quinces de rugby principalmente… Pero los dólares deben haber quitado a Rubio todas las preocupaciones…».

Gaspar tuvo tiempo suficiente de meditar sobre su decisión durante los 14 días de viaje. La noticia de su fuga había llegado a Cuba, donde miles de personas le recibieron como lo que era, una estrella del fútbol mundial. Se instaló en el mejor hotel de La Habana y decidió jugar en el Juventud Asturiana. Sin embargo, en el segundo partido le rompieron una pierna. En cuanto le escayolaron abandonó la isla caribeña y se fue a México, donde fichó por el Club España.

El Real Madrid no se olvidó de él ni se quedó parado. Denunció el caso a la Federación Internacional, que amenazó con sanciones a los clubes que contrataran a Rubio. Pero el fútbol todavía no era algo global y los tentáculos de la FIFA no llegaban a todos los países con la rapidez y eficacia actuales. Así que el futbolista español pudo ejercer en México y ello le reportó unos pingües ingresos: más de 150.000 pesetas (900€).

Sin embargo, el volátil carácter y la lejanía de su país frustraron enseguida a Gaspar, que apenas un año después de la fuga, en julio de 1931, regresó a España… y al Real Madrid. El resquemor por la huida a América era demasiado reciente y, además, el futbolista seguía siendo el mismo en sus modos y maneras de comportarse. Los directivos y los compañeros de vestuario no le tragaban, y su juego tampoco deslumbró como antaño, así que finalizada la temporada el club blanco le devolvió la afrenta guardada desde noviembre de 1930.

El Real Madrid pretendía a Eduardo Ordoñez, centrocampista del Atlético (entonces Athletic) de Madrid, que militaba en Segunda División. El club blanco llegó a un acuerdo con el vecino e intercambiaron a Ordoñez y Rubio. Gaspar vistió dos años de rojiblanco y a partir de ahí comenzó un periplo por varios equipos españoles: Valencia (1937-39), Levante (1938-39, 42-43 y 45-47), Real Madrid (1939-40), Granada (1940-41 y 43-44), Real Murcia (1941-42) y Melilla (1947).

Retirado como jugador, empezó inmediatamente a ejercer de entrenador. Lo hizo en el Hércules (1947-50), Granada (1950-51), Atlético Baleares (1951-52), Orihuela (1952-53) y Lérida (1954-55). En 1957 regresó a México, donde fue director técnico del Atlante (1957-58), y del Toluca (1958-59). Fijó su residencia en el país norteamericano y falleció en Ciudad de México el 3 de enero de 1983.

Pese a llevar tres décadas lejos de España, Gaspar Rubio todavía era recordado. La noticia de su muerte fue destacada en las secciones deportivas de numerosos periódicos. ABC le dedicó una página entera donde se resume su trayectoria y se recuerda una anécdota, contada por el propio jugador, que define su peculiar forma de ser: «Iba con el Madrid a jugar a Valencia. Era la temporada 1929-30. Durante el trayecto mis compañeros de equipo se pusieron a jugar al julepe. Yo tenía sueño y me metí en otro coche, donde me quede dormido. Pero mi sorpresa no tuvo límites cuando al despertar me encontré en Alicante. Él coche en el que yo viajaba lo habían enganchado en la estación de La Encina al correo de Alicante y como la americana y el equipaje lo tenía en el otro vagón, tuve que pasearme por la ciudad en mangas de camisa. Pero tuve tiempo de tomar otro tren y llegar a Mestalla antes de empezar el partido. Ganamos 5-1 y yo marque tres goles».

En esa misma edición, las últimas frases de la columna que firma Enrique Gil de la Vega, 'Gilera', dibujan con plena nitidez la magnitud del 'rey Gaspar': «Quizá no se diera cuenta ni el propio Rubio de la huella enorme que dejó su juego por los campos de fútbol. Un maestro. Podía jugarse más cantidad de fútbol que lo que su frialdad aportó, pero más calidad, imposible».