esbozos y rasguños
Lo tiro yo
«Al final los tres puntos se le escaparon a esta versión descafeinada del Real Madrid que no pudo con un aguerrido Rayo Vallecano, encarnado en un Pacha Espino que en vez de correr por su banda parece que la estuviera arando con cien bueyes»
Un puñal en mitad del tiroteo
Sociedad Ilimitada
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Iniciar sesiónEl partido de Vallecas lo empató de penalti RDT, el delantero anteriormente conocido como Raúl de Tomás, tras pedirle el balón a Isi Palazón, encargado habitual de lanzar las penas máximas en el Rayo. Estas escenitas en el punto de penalti parecen más habituales de ... un tiempo a esta parte. Tal vez las hubo siempre, solo que ahora hay más cámaras. Pero lo que sí es innegable es que en ocasiones estas pugnas públicas llegan a rozar lo sonrojante. Este domingo la negociación entre Isi y RDT se resolvió con cierta diligencia, en parte por la buena predisposición del primero (algo que agradeció luego RDT delante de los micros), pero en otras situaciones se llega a enquistar el arreglo hasta convertir ese momento decisivo en una ópera bufa. El propio RDT, cuando militaba en el Espanyol, protagonizó un episodio algo rocambolesco pidiendo insistentemente el balón a Embarba y Calleri hasta terminar lanzándolo, no sin disgustos, malas caras y piques mediante («me estás molestando, hermano»). Hace poco también ocurrió en el Real Madrid. Ancelotti criticó públicamente a Rodrygo, poco habitual en el técnico italiano, por lo mismo: el brasileño, que andaba algo peleado con el gol, le quitó el penalti a Modric porque necesitaba marcar. Lo falló y de no ser por una postrera aparición de Bellingham habría podido comprometer los tres puntos a su equipo. La reprimenda de Ancelotti fue importante: «No tienen libertad para elegir al lanzador». En la goleada al Girona de la semana pasada, un Arda Güler ávido de minutos y protagonismo le pidió de manera insistente lanzar el penalti a Joselu, que no se le cedió por galones (y tal vez por evitar otro posible rapapolvo de Ancelotti). Al final uno llega a ver cosas de lo más extrañas entre compañeros con los penaltis, como aquella vez en la que un sector del Bernabéu coreó el nombre de Morata, al grito de «Morata, tíralo», cuando Benzema se disponía a lanzar (un saludo a Pablo Sobrado).
Un equipo serio y bien trabajado tiene que tener a sus lanzadores de penaltis claramente asignados y no puede depender de los estados de ánimo y las necesidades particulares del atacante de turno. O el escenario se ha planteado durante la semana, o no es desde luego ese el momento idóneo para andarse con un intercambio de pareceres en el punto de penalti, como dos filósofos discutiendo. Hasta en el patio de colegio había un código estricto para estas situaciones y se miraba con cierto desdén al que te cogía el balón para poder tirarlo él (morder nunca debería estar permitido, y menos en un colegio, pero una buena dentellada a tiempo en ese tipo de circunstancias creo que podría llegar a tener justificación).
Al final los tres puntos se le escaparon a esta versión descafeinada del Real Madrid que no pudo con un aguerrido Rayo Vallecano, encarnado en un Pacha Espino, muy protagonista en el gol local, que en vez de correr por su banda parece que la estuviera arando con cien bueyes de la intensidad que rezuma en cada acción. Es uno de esos jugadores algo infravalorados de la Liga por unas maneras algo rústicas. Pero nunca apostaría contra el Pacha si se organizara un combate en el octágono entre él y Topuria.
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