Esbozos y rasguños
Tiburones de verano
Un fichaje por el Madrid ha de entrañar negociaciones eternas: meses, o años, de cocinar a fuego lento. Eso es lo divertido. El juego de la seducción. El tira y afloja. No pescar con dinamita
Adiós a Benzema, pecho frío
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Iniciar sesiónHay una expresión que se usa desde hace años en el mundo del espectáculo: «El salto del tiburón». Su origen se remonta a la época en la que se emitía en televisión la serie 'Días felices'. Agotados de tener que inventarse nuevas tramas y situaciones ... para su carismático protagonista, el equipo de guionistas recurrió a la idea de hacerle saltar por encima de un tiburón mientras practicaba esquí acuático. Este recurso, por lo desesperado y por lo absurdo que resultaba, marcaría para siempre ese punto de no retorno que atraviesan todas las series, todas las historias que nos contamos, una vez exprimidas las buenas ideas, el ingenio y la creatividad, quedando solo epatar desde una maniobra de distracción.
El culebrón de Mbappé con el Real Madrid ha tenido ya tantos giros de guion, tantos episodios, tantos 'Continuará', tantos momentos propios de 'Lost' y tantas uñas mordidas por ese desenlace que nunca llega, que creo que estamos a punto de ver a Florentino saltando con unos esquís de agua por encima de Bellingham durante su presentación en el Bernabéu, ya solo por intentar distraer un poco el foco de atención y ganar el tiempo necesario para poder convencer al francés.
Aun así, creo que los madridistas estamos muy mal acostumbrados. Queremos solo fichajes fáciles, sin largas negociaciones. Que vengan en fila los mejores del mundo al son del flautista de Chamartín. Como si eso fuera lo normal. Los fichajes del Real Madrid siempre han costado lo suyo, un peaje a pagar por intentar traer lo mejor de cada rincón. Si quieres diamantes, hay que bajar a la mina. En 'Pozos de Ambición', Daniel Day-Lewis casi se mata unas 18 veces a lo largo de la película intentando dar con un yacimiento. Pero algunos ahora quieren el petróleo ya metido en barriles, sin ensuciarse las manos. Normal que nos aburra todo este proceso laborioso en una época donde compramos a golpe de clic, encargamos que nos venga a recoger un coche a la puerta de casa y descartamos a las personas con un letal movimiento de índice. Se nos ha olvidado saber esperar.
Un fichaje por el Madrid ha de entrañar negociaciones eternas: meses, o años, de cocinar a fuego lento. Eso es lo divertido. El juego de la seducción. El tira y afloja. No pescar con dinamita. Siempre fue así, desde Di Stéfano a Karembeu. Sin olvidar a Florentino, Valdano y JAS en mangas de camisa, metidos en una sala, intentando cerrar el fichaje de Ronaldo Nazario sobre la bocina del cierre de mercado. O la llegada interminable, dosificada a lo largo de varias temporadas, de Cristiano Ronaldo. O el serial por capítulos, con tintes de telenovela turca, que fue el aterrizaje de Luis Figo vía puente aéreo. Esto es lo más divertido del verano, lo que nos mantiene alerta entre siestas, etapas del Tour y noticias sobre plagas de topillos y serpientes de verano.
No siempre vienen, claro. Todavía sigo esperando en mi propio muelle de San Blas a que lleguen Zanetti y Vieira, por ejemplo. Invertí demasiado tiempo en esos fichajes como para rendirme ahora. Pero es que algunos crecimos y nos hicimos del Real Madrid cuando se hablaba de traer a Cafú y luego aparecía Vítor. O cuando a tu estrella, Hagi, te lo quitaba un recién ascendido a la Serie A como el Brescia. O cuando un joven y talentoso Seedorf, con toda su carrera por delante, se iba al Inter en el mercado de invierno para cuadrar cuentas y, de paso, amargarte las navidades. Esas cosas no se olvidan. Eso hace callo en algún lugar de tu alma.
Por eso me encanta poder estar en la conversación por Mbappé. No me aburre, no me cansa, no me desespera. Al contrario. Porque algunos no crecimos con Di Stéfano, Puskas y la Quinta del Buitre. Algunos crecimos con Spasic y Baljcic como fichajes de relumbrón. Y el creer que tu equipo pueda traer al tal vez mejor jugador del mundo no es algo que me guste dar por sentado. La historia interminable de Mbappé con el Real Madrid parece reanudarse. Echaremos de menos estos días de intentar absurdos imposibles, de saltar tiburones.
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