Esbozos y rasguños

Y de repente, Joselu

Aquí se fabrican los milagros y se hacen realidad los sueños en una cadena de montaje

Sopa recalentada (04/05/2024)

Dibuje, maestro (01/05/2024)

Thomas COEX / AFP

En esta época de los expected goals, no sabemos si un doblete de Joselu en unas semifinales de Copa de Europa ante el Bayern de Múnich después de descender de manera consecutiva con Alavés y Espanyol se podría considerar como algo muy esperable. Pero así ... es el Real Madrid, así es la Champions, así es el Bernabéu. Solo sucede lo inesperado, lo mágico. Aquí se fabrican los milagros y se hacen realidad los sueños en una cadena de montaje.

Siempre que se recuerdan y repiten los grandes goles de nuestra vida, esos que no nos cansamos de ver, hay muchos pequeños detalles alrededor de ellos que luego nunca salen, nunca aparecen, que ni se mencionan. Todo sucede demasiado rápido en el fútbol. Pero uno de esos instantes estelares del primer gol del Madrid, ese que encendió la caldera y puso la maquinaria de los sueños a funcionar, fue una recuperación de Modric ¡de cabeza! tras un saque con el brazo de Neuer, famoso por soltar auténticos cañonazos con esa técnica. Modric ganando balones de cabeza a unos alemanes: lo que nos quedaba por ver. Pero el croata se disfrazó de uno de esos jugadores de baloncesto bajitos que logran coger un rebote clave por pura colocación, oficio e instinto. Y justo ahí, en ese momento, algo hizo clic. El balón le llegó a un imparable Vinicius, Neuer falló y Joselu apareció. Pero fue con Modric cuando empezó y acabó todo para unos y para otros.

Nos empeñamos en querer retirar al diez balcánico, mencionando su edad sin parar, pero él se empeña en contradecirnos, parando y acelerando el tiempo con sus cambios de ritmo y con su inteligencia en el campo. A lo mejor no tiene ya la frescura y las piernas de antaño. Pero hay jugadores que, como los mejores perfumes, con apenas dos gotas ya se hacen notar.

Al que le pudo faltar algo de grandeza y de experiencia en los momentos decisivos fue al Bayern de Múnich que dejó demasiado rápido de interesarse por jugar el partido, enzarzado en extrañas pérdidas de tiempo que sirvieron de avituallamiento moral al Real Madrid, parones que no fueron otra cosa que balones de oxígeno para la hinchada y los jugadores. Los extravagantes cambios de Tuchel tampoco ayudaron demasiado a las aspiraciones bávaras. Al Madrid hay que dejarle que le coma su propia ansiedad, que se devore a sí mismo. Pero nunca le puedes regalar más tiempo. Y menos aún en casa.

Cuando parecía que mejor iba todo para el equipo blanco fue cuando se le complicó la vida con ese golazo de Davies que enmudeció al Bernabéu (la verdad es que entre Alphonso, Sané, Foden, Gvardiol solo le meten a Lunin golazos). Y nos hizo preguntarnos a todos cómo pudo ser suplente el canadiense en ambos encuentros con esa capacidad que tiene para ser decisivo necesitando tan poco (y más aún con la baja del siempre peligroso Coman). Demostró al Bernabéu que sabe jugar, y mucho. Ya no solo nos marcan los exjugadores blancos; ahora también nos acribillan los futuribles. Luego tocó escalar por la cara más dura de la montaña: la especialidad del Madrid.

Espera ahora el Borussia Dortmund. Este ciclo glorioso en Champions League empezó en 1998 con aquel encuentro en el Bernabéu ante los amarillos con la famosa portería caída. Ahora tiene la ocasión de cerrar el círculo y poner el broche de la mejor manera posible: con una final en Wembley.

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