Champions League / Manchester City - Real Madrid
El puente que nadie ve
«El Madrid en Champions durante estos años ha sido como Indiana Jones cruzando el precipicio: se le han ido apareciendo las baldosas delante de sus narices tan solo porque creía en ellas»
El fútbol masculino
Valverde y Benzema, en el desastre de Ethiad Stadium
No sé qué pudo hacer Ancelotti al descanso, salvo intentar meter a todo a su equipo en un bol de arroz con la desesperación de quien intenta reiniciar su teléfono móvil tras haber caído al mar y ser mordisqueado luego por un grupo de tiburones ... blancos. Porque el colapso en la primera parte fue total. Un descalabro rotundo. Un fallo multiórganico de los que en la serie 'House' siempre atribuían al lupus por intentar dar con una causa mínimamente plausible que pudiera explicar tantos problemas a la vez en el paciente agonizante. De idéntica manera, ahora se habla de 'actitud' porque esa es la única palabra que tenemos a mano para lograr comprender semejante cortocircuito general en un equipo que nos tenía acostumbrados a ser como Frankie Machine, invencible en los peores momentos. Pero lo cierto es que no mostró nada el equipo blanco a lo largo de su partido en Mánchester. Ni un pase, ni una recuperación, ni un contragolpe ejecutado con intención. Creo que ni acertaron con el tipo de tacos a juzgar por los múltiples resbalones.
Se notaba la sed de venganza en los jugadores del City tras la eliminatoria dramática del año pasado. Menos tiernos, más curtidos. Con ganas de resarcirse. Y ya lo decía una protagonista de David Mamet acerca del mejor momento para saborear una revancha: «la venganza es como la langosta; da igual si te la sirven fría o caliente». Supieron esperar en la ida. Y en la vuelta sus jugadores salieron vestidos con chubasquero y con un gancho para atunes. Solo les faltaba musitar entre dientes «Sé lo que hicisteis el último minuto» a cada balón dividido que lograban rebañar.
Hay una escena en 'Indiana Jones' que de pequeño tenía un efecto hipnótico en mí. El héroe del sombrero se encuentra parado ante un abismo que tiene que cruzar sin puente alguno a la vista. Algo le dice que ha de intentarlo, que tiene que creer. Es profesor y no se ha caído de ningún guindo, pero también sabe que hay ciertas cosas que no se pueden explicar de una manera convencional. Movido entre la desesperación y la fe, da un paso al vacío, esperando que algo suceda. Y el camino, entonces, se hace delante de él. El Madrid en Champions durante estos años ha sido como Indiana Jones cruzando el precipicio: se le han ido apareciendo las baldosas delante de sus narices tan solo porque creía en ellas. Cuando parecía que ya nada había bajo sus botas, que el desplome era tan inevitable como inminente, hasta merecido, aparecía Benzema, o Vinicius, o Rodrygo, doblando la realidad por pura fe como una cuchara de Uri Geller y fabricando un camino con moqueta de terciopelo hasta la ciudad europea de turno donde se disputara la final.
Tal vez esto era lo que le venía faltando al Manchester City de Guardiola estas temporadas. Tener más fe en lo aparentemente irracional. No quedarse petrificado ante un rival inferior cuando este daba un zarpazo. Dejarse llevar. No tener miedo al desplome, ni confiar únicamente en su talento. Hoy sí se ha visto algo así. Jugando a tumba abierta, con una agresividad bien empleada, pisando fuerte y dando pasos con determinación.
La caída del Madrid es dura y se escuchará su eco en los próximos meses, pero los mejores equipos se ven también en la derrota. En su capacidad para la reconstrucción. En saber qué hacer cuando el huracán arrasa. Decía Kurt Vonnegut que todo el mundo quiere construir, pero nadie quiere hacer mantenimiento. El puente solo necesita unos ajustes, y un poco de fe, para que vuelva a aparecer.