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Esbozos y rasguños

Huellas y pisadas

«De Camavinga me impactó en directo su manera de entrar al campo, de estar, su pisada, y especialmente su lenguaje corporal, que al instante me recordó en ciertos movimientos y formas a Fernando Redondo»

Podría ser peor

Javier Aznar

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Camavinguismo o barbarie. La primera vez que vi jugar a Camavinga fue el día de su debut, en un Real Madrid - Celta de Vigo disputado en un Bernabéu semivacío, en obras, en la época postcovid. Fue mi primer partido en casa tras el cierre ... abrupto por la pandemia y el exilio forzoso en Valdebebas. Entre las mascarillas, la distancia de seguridad y las obras, el escenario no podía ser más deprimente. Pero Camavinga cambió el ánimo de la tarde. Marcó a los seis minutos de debutar. Lo cual no deja de ser curioso habida cuenta de que solo ha vuelto a marcar otro gol de blanco desde entonces. Pero me impactó en directo su manera de entrar al campo, de estar, su pisada, y especialmente su lenguaje corporal, que al instante me recordó en ciertos movimientos y formas a Fernando Redondo. Me encantó su 'mirada faro', barriendo hacia todos lados antes de recibir el balón, detectando todos las posiciones y amenazas sobre el campo, como la cámara inteligente de un coche al aparcar. Es curioso que, al igual que ocurría con Redondo, también se le achaque no disparar más a menudo a puerta con su físico, su zurda y sus condiciones. Contra el Celta hizo un gran partido. Venía de una semana tumultuosa tras ser sustituido al descanso en Champions, con cierto murmullo sobre su falta de madurez para liderar el centro del campo de un Real Madrid. Volvió a demostrar que le sobran condiciones.

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