Esbozos y rasguños
Y gracias
Pasar a cuartos es importante, desde luego, pero tampoco se puede decir que el Madrid haya presentado su más firme candidatura a ganar la Champions tras el balance de la eliminatoria ante el equipo alemán
La teoría del médico. Dicen que cuando tienes un médico, tienes un médico; cuando tienes dos médicos, pasas a tener medio médico, y que cuando confías en tres distintos, ya no tienes ninguno. Al Madrid le sucedió ayer eso mismo con el exceso de ... mediocampistas que presentó Ancelotti en su sorprendente once inicial. Demasiados jugadores de corte similar ocupaban las mismas zonas de interés, demasiados mediocampistas juntos cumplían funciones parecidas. Lejos de tener orden y control, lo que se ganó fue espesor y caos. Un empacho de balón que rozó la indigestión y, por momentos, el atragantamiento. Y ya al final, con ese balón al larguero del RB Leipzig, casi hubo que practicar al equipo la maniobra de Heimlich a más de uno en el Bernabéu. El primer tiempo fue de una horizontalidad oblomoviana. El juego se ralentizó de una manera insoportable y se formó un atasco por el medio que restaba claridad al equipo. Rodrygo (o un atacante similar) estira al equipo, como se pudo comprobar a partir del descanso. Sin embargo, su necesaria entrada al descanso hizo que se perdiera por el camino un revulsivo como Camavinga, que se fue al banquillo con la sensación de haber malgastado una bengala para cuando la oscuridad se cerniera sobre el equipo (y vaya si se cernió).
Pase anticlimático. Resulta difícil recordar en el historial reciente del Real Madrid en Copa de Europa un pase de cruce más vulgar y tristón que este. Ni siquiera el rival puso demasiado de su parte. Hubo mucha gente abandonando sus asientos antes del final con una sensación entre la apatía y la indiferencia. Pasar a cuartos es importante, desde luego, pero tampoco se puede decir que el Madrid haya presentado su más firme candidatura a ganar la Champions tras el balance de la eliminatoria ante el equipo alemán. Deja ciertas preocupaciones en el juego y algunas inquietudes en el apartado físico.
La fiesta de Blas. El pobre Bellingham, entre el aparatoso vendaje que lleva bajo la camiseta para no empeorar su hombro luxado desde principios de la temporada y esos esguinces que se le empiezan a suceder, ha roto ya en un joven Blas de Lezo. Solo le falta cualquier día de estos comenzar a jugar con máscara para completar la estampa del héroe. El jugador inglés fue de lo poco brillante y rescatable de su equipo, metiendo ese pase de gol a Vinicius con la precisión y el tempo de Riccardo Muti. El que no disputó ni un minuto, de manera algo incomprensible, fue precisamente su sustituto en Alemania, el ídolo y salvador del partido de ida: Brahim. Da la impresión de que los minutos del malagueño, tanto en el Real Madrid como en la selección española, cotizan mucho más caros para él que para otros.
Primavera. Al salir del Bernabéu, algo ateridos por el frío, se podía ver en Nuevos Ministerios un enorme cartel promocional de El Corte Inglés, anunciando su nueva temporada con Pierce Brosnan, otrora James Bond, y su hijo Dylan. Ayer lo que quedó claro es que aún no es primavera; ni en Madrid ni en el Real Madrid. Todavía falta.