ESBOZOS Y RASGUÑOS
Festina lente
Este torneo le ofrece al Madrid una paradoja: la posibilidad de hacer historia y, al mismo tiempo, la de perder el paso antes incluso de empezar a caminar. Xabi, necesita tiempo para ensayar movimientos, para transmitir ideas, para ensamblar un estilo. Pero no lo va a tener
Sí, pero no

Este viejo lema romano —«apresúrate despacio»— bien podría encabezar el primer cuaderno de trabajo de Xabi Alonso como entrenador del Real Madrid. Porque lo que tiene delante no es tanto una transición como un salto al vacío: asumir un equipo en plena reconstrucción, con ... un vestuario que aún no es del todo suyo, y con la exigencia inmediata de levantar un título. Todo, además, bajo el foco quirúrgico de la prensa y en el escaparate global de este nuevo Mundial de Clubes.
Este torneo le ofrece al Madrid una paradoja: la posibilidad de hacer historia y, al mismo tiempo, la de perder el paso antes incluso de empezar a caminar. Xabi, que llega con la promesa de un juego estructurado, sujeto con pases tensos como los cables de acero de un puente colgante, necesita tiempo para ensayar movimientos, para transmitir ideas, para ensamblar un estilo. Pero no lo va a tener. Ni siquiera una pretemporada al uso: esto es una suerte de post-temporada o, en su defecto, de pre-pretemporada.
Ningún técnico del Madrid había comenzado su ciclo con una competición tan visible y tan extraña a la vez. No se trata solo de ganarla —que también— sino de ofrecer una realidad palpable e ilusionante sin haberse asentado aún. Como un director de orquesta que debe dirigir el Concierto de Año Nuevo sin haber, no ya afinado los instrumentos, sino desembalado los estuches.
Festina lente, entonces: avanzar sin romper, actuar sin precipitarse, dejar que las cosas maduren sin perder de vista el resultado. Es una apuesta casi contradictoria: ganar mientras se construye, consolidarse sin dejar de buscar.
Xabi Alonso tiene que gestionar ese oxímoron. No es nuevo en esto: su carrera, como jugador, ya fue una forma de pensar el juego sin perder el ritmo. Pero ahora se trata de imponer un tono desde el banquillo. De pensar más y más rápido.
La buena noticia es que, si alguien puede ejecutar una idea con pausa bajo presión, es él. Xabi siempre jugó como si tuviera dos segundos más que el resto.
Ante el Pachuca, el Madrid corrió con diez, pero pensó por once. Otra paradoja más. Tal vez por ahí empiece todo: con menos piernas, pero más cabeza. Esa que a veces parece faltarle a Asencio. El pobre Tchouaméni, como le ocurría a Michael Corleone, justo cuando pensaba que estaba fuera de la línea defensiva, le vuelven a meter.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete