Esbozos y rasguños
Una extraña pareja
Valverde y Baena son, como Walter Matthau y Jack Lemmon, una extraña pareja condenada a soportarse
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Iniciar sesiónLo peor del caso del puñetazo de Valverde a Baena es que tu nombre ya quedará ligado para siempre al de esa otra persona que tanto desprecias. Como si fuera una condena. Para ambas partes. El efecto efímero de satisfacción que te debe producir seguir ... el impulso de zurrar la badana a alguien de esa manera se vuelve luego una terrible maldición que te persigue durante años: su nombre apareciendo junto al tuyo en el cajetín de búsqueda de Google. Ha ocurrido en multitud de ocasiones anteriormente: Zidane y Materazzi, Luis Suárez y Chiellini, Beckham y Simeone, Pepe y Casquero, Juanito y Matthaus. Para siempre unidos. Muy pocos creo que dirían: «mereció la pena aquello, no fue edificante pero la verdad es que me quedé a gusto». Sobre todo si no se obtuvo demasiado rédito con la desafortunada acción. En algunas noches de insomnio me pregunto si a Tassotti, por ejemplo, le mereció la pena quedar segundo en un mundial a cambio de no poder pisar España ni de vacaciones. ¿Medalla de plata gana a Formentera? No lo tengo tan claro.
Hay otro tipo de estas uniones forzosas entre dos jugadores que son más amables, anecdóticas. Aunque digamos que tampoco me gustaría ser Míchel cada vez que el Madrid juega contra el Real Valladolid o cada vez que sale a colación el nombre de Valderrama. Recuerdo que la revista Líbero hace poco sacaba un anuncio sobre el famoso incidente como parte de una campaña de prevención del cáncer testicular. Si te van a dar la turra, al menos que sea con humor.
Otras ocasiones quedas ligado para siempre a otro jugador por un motivo meramente deportivo, pero no por ello menos humillante: alguien te dejó en evidencia, retratado. O como se dice en la jerga baloncestística: 'te hizo un póster'. Son los casos de Romario con Alkorta y la famosa cola de vaca, de Caminero con Nadal (aquel quiebro en el Camp Nou salió hasta en una película de Almodóvar, Carne Trémula), de Redondo con el noruego Berg del Manchester United y el inolvidable taconazo en Old Trafford (cuántas veces habrá salido retratado el pobre Berg desde entonces). Lo bueno del fútbol de antes es que la ausencia del nombre en la camiseta hacía que todo fuera un poco más discreto en este tipo de situaciones, pasabas más desapercibido. Yo, como siempre, estudiando el escenario más conservador para evitar hacer el ridículo y minimizar daños.
En la película Ace Ventura (cada uno es prisionero de sus propias referencias), un pateador de fútbol americano acababa sus días encerrado en un manicomio porque un compañero le había colocado mal las cuerdas del balón (hacia dentro en lugar de hacia fuera) haciendo que fallara el lanzamiento clave en la Super Bowl. Terminaba obsesionado con aquel compañero. Siempre lo vi bastante razonable.
Por eso, puestos a elegir, creo que siempre preferiría la soledad en este tipo de situaciones. Un poco de juanpalomismo: comerme yo solo el hecho de ser recordado por un error o una expulsión. Como los Cardeñosa, Salinas o Karius. Lo otro me recuerda demasiado a una de esas películas en la que dos fugitivos encadenados con unas esposas tienen que escapar juntos y aprender a soportarse.
Valverde y Baena son, como Walter Matthau y Jack Lemmon, una extraña pareja condenada a soportarse.
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