Esbozos y rasguños
Ancelotti y la cuadratura del círculo
El Madrid pudo quitarse el desagradable sabor de boca de la Supercopa. Sigue dejando algunas dudas su juego, pero al final sacó el billete para la próxima ronda
Iago Aspas se ríe por no llorar al opinar sobre el penalti no pitado al Celta antes del gol de Mbappé
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Iniciar sesiónEl Madrid, no sin sufrimiento y sustos mediante, pudo quitarse el desagradable sabor de boca de la Supercopa. Sigue dejando algunas dudas su juego, irregular e imprevisible, plano y plomizo por momentos. Pero al final sacó el billete para la próxima ronda no sin antes ... complicarse la existencia con varios inexplicables tiros en el pie. Endrick fue la viva imagen de este encuentro: a ratos caótico, a ratos brillante.
Pero la mejor noticia para el madridismo, aparte de la clasificación, fue la confirmación de que Mbappé ya es otro. En la serie Cosas de casa, el inútil y torpe Steve Urkel, tormento de sus vecinos los Winslow, inventaba en el laboratorio/sótano de su casa una máquina en la que se metía y salía convertido en Stefan, su alter ego, una versión seductora de sí mismo, sin inseguridades, sin gafas y vestido de Armani. Alguien al que todo le salía bien. La chica que pasaba de él en el instituto, de pronto, caía rendida a sus pies ante esta nueva versión. Se volvía de pronto alguien popular, querido, carismático.
Cualquiera diría que, durante este parón navideño, Mbappé ha aprovechado sus días libres para encerrarse en el laboratorio y desarrollar en el sótano de su casa una máquina similar. Porque el cambio es notorio (y esperanzador). Son dos versiones completamente distintas del mismo jugador. Ahora, al fin, se le ve rápido de ideas, con confianza y ligero de pies. No ese jugador que deambulaba como un fantasma, arrastrando unas cadenas por el Bernabéu.
Contra el Celta volvió a marcar de nuevo, pero más allá de los goles, son las nuevas sensaciones que deja. Parece otro. Más erguido, más veloz, más seguro. Es bien sabido que muchos futbolistas funcionan por rachas y se alimentan de confianza. Que el gol es la mejor medicina. Pero esta metamorfosis ha sido fulminante. Aunque Ancelotti debe de andar desesperado porque no acaba de entender por qué parecen ser vasos comunicantes el resto de su equipo y Mbappé. Como si estuvieran en un balancín, cuando uno se ve arriba el otro ha de estar abajo. Pero no logra que las dos partes funcionen y fluyan a la vez. Sigue rotando los jugadores y las posiciones, pero Ancelotti no termina de conseguir la cuadratura del círculo, esto es, cambiar a Kroos por Mbappé sin que el equilibrio del equipo se vea afectado por el camino.
Acaba ganando algo de confianza esta semana el joven Endrick, jugador que había caído en el ostracismo de un tiempo a esta parte y cuya trayectoria de blanco en este primer año parecía haber entrado en punto muerto. Aprovechó sus minutos, entre trompicones y tacones, y pudo enseñar su personalidad. Sigue siendo todavía algo tosco y ansioso en ciertas acciones y movimientos, pero late talento debajo. Y una potencia puskiana en su zurda. Ya ha demostrado poseer personalidad, olfato y actitud. Ahora tiene que mostrar lo más difícil, eso que casa tan mal con la juventud y cuya ausencia ha acabado sepultando tantas carreras prometedoras en el Real Madrid: la paciencia.
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