El segundo palo

Soy idiota

«Un día se me acercó José Luis Garci y me dijo: «Pues a mí Vinicius me recuerda a Garrincha»; pensé qué pasaría si le estrangulaba»

Reeducando a Vinicius

Vinicius festeja su gol ante el City AFP

Era cuando a Vinicius se le hacía de noche al pararse solo delante del portero o, si tenía tres opciones claras de pase, siempre se le bajaba la persiana y acababa eligiendo la cuarta, la peor. Era cuando Vinicius la pegaba picuda y ... el balón se iba directo con la Voyager 1 o empezaba a zigzaguear por el césped con destino a ningún sitio. Era cuando la foto en blanco y negro de Juni Calafat, de frente y de perfil y muy desmejorado, parecida a esas que Interpol coloca en las comisarías cuando quiere alertar sobre los diez criminales más buscados, llevaba varias semanas clavada con una chincheta justo en el centro de una diana de colores que tenía en mi habitación bajo un letrero en el que podía leerse 'Scarface'.

Un día se me acercó José Luis Garci y me dijo: «Pues a mí me recuerda a Garrincha». Pensé qué pasaría si le estrangulaba, en que dejaría huérfanas a Eva y a Norma, y recordé también cuando me regaló dedicado hace 50 años su 'Bibidibabidibú', conté hasta catorce Copas de Europa y me contuve. Yo fui el idiota que le dijo al hombre que ganó el primer Óscar para el cine español que no sabía lo que decía y que ese chico no era ni por el forro un futbolista para el Madrid y que acabaría cedido o traspasado.

No supone un motivo especial de satisfacción tener que oírme o verme disertando acerca de la escasa calidad de Vinicius. Para colmo, ese idiota que habla por la radio o aparece en la tele cometió la tremenda osadía de meter también a Rodrygo en el mismo saco de ineficacia: me han grapado la boca.

Después de tres veranos de sequía, de repente una mañana apareció por Valdebebas otro Vinicius, uno redimido, uno que las metía, uno que las regalaba, uno que decidía bien. Poco o nada se ha hablado de qué pudo pasarle a este chico durante aquellas misteriosas vacaciones pero el caso es que de Sâo Goçalo no regresó él sino que lo hizo el nuevo Garrincha, tal y como un par de años antes me predijo que pasaría un hombre sabio.

Soy idiota, Vini, perdóname. Mis rituales han cambiado y ahora rezo a diario a San Juni Calafat, un hombre bueno, el zahorí de futbolistas para el que acabo de encender dos velas aromáticas de geranio y madera. Qué bien huele el fútbol en el Bernabéu. Y cuánto sabe el Garci. Lo clavó el tío. Menos mal que aquella tarde no le di matarile. Qué penoso habría resultado para mí tener que enviarle a Miguélez este artículo desde Soto del Real.

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