el segundo palo
Chico maravilla
«Aún no se sabe muy bien por qué, nuestro seleccionador despreció probablemente al mayor talento nacional junto a Yamal»
Asencio y el silencio de los corderos
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Iniciar sesiónMenudo Benzema se marcó el otro día Brahim. En un ladrillo fue capaz de driblar primero a Giménez, zafarse después de Giulano y, entre Llorente, Barrios y Lenglet, enhebrar la aguja del 2-1 al palo largo de Oblak. Descontando al portero, mirón de ... piedra como en el mus, hasta cinco jugadores del Atleti estuvieron pendientes de él, medio equipo en realidad, y el chico maravilla rindió su particular homenaje a aquel otro golazo del genio de Lyon. Zas, zas, zas. Viéndole manejarse así, con tanta soltura sobre una baldosa, me pareció escuchar de fondo a la divina Olga Ramos en el desaparecido Gran Café Universal: «¡Pichi! Es el chulo que castiga del Portillo a 'l'arganzuela'...». Recomiendo ver la jugada con el chotis del maestro Alonso de fondo: «Y es que no hay una chicuela que no quiera ser amiga de un seguro servidor».
Jamás en la vida se me ocurriría a mí venir aquí a decir que, aún no se sabe muy bien por qué, nuestro seleccionador despreció probablemente al mayor talento nacional junto a Yamal. Harto de destejer por las noches el sudario de Laertes y en vista de que a la casa de San Lamine sí acudía el cortejo federativo con oro, incienso y mirra mientras que la suya sufría el despreciativo silencio como única respuesta, a Brahim, nuestro particular Rodrygo Goes, hijo de malagueña y de marroquí, no le dejaron otra opción que la de elegir a papá. De la Fuente balbuceó (sin pruebas) alguna explicación que dejaba muy mal al jugador pero el resultado final ha sido que mi selección se ha visto obligada a renunciar, y por culpa de la vanidad de quien piensa equivocadamente que el equipo es de su propiedad, a un futbolista capaz de levantar a los aficionados de sus asientos.
Me gusta Brahim. Siempre me ha gustado. Asume su suplencia en silencio y con naturalidad incluso cuando siente que está mejor que alguno de los miembros de la MVR. Es una resbaladiza anguila que se escurre por los espacios libres que nadie quiere, la argamasa entre el centro del campo y los tres de arriba. Y ha tardado toda la vida en aprender a jugar al fútbol como lo hacen los niños en el patio del colegio. Me entristece que la federación le tratara tan mal aunque comprendo al chaval. Uno puede tirarse toda la vida esperando a que por la puerta asome Ulises pero no compensa añorar eternamente el paso de un zigzagueante expreso procedente (o no) de la nebulosa estación de Haro.
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