Un Bernabéu agradecido a Sergio Ramos en su regreso

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Rubén Cañizares

Casi tres años después de su último partido como jugador y capitán del Real Madrid, el central vuelve al Bernabéu para reencontrarse con una afición de la que no pudo despedirse. Los altos y bajos de un defensa de leyenda

No había duda de que era un día especial. El regreso de una leyenda a la que fue su casa durante 16 temporadas. El primer contacto con la parroquia madridista se produce al saltar al césped de un Bernabéu a medio llenar para llevar a cabo el calentamiento. La ovación es unánime entre aquellos que no apuran su entrada al estadio. Ramos devuelve los aplausos y se lleva la mano al corazón, visiblemente emocionado.

El 'speaker' del feudo madridista enumera los integrantes del once del Sevilla y, en vez de seguir el orden numérico como es habitual, deja en último lugar el 4 de Sergio Ramos. Para que la afición merengue muestre, con una nueva ovación, esta más numerosa pero igualmente unánime, su agradecimiento hacia el sevillano. El zaguero llega a la bocana de vestuarios, pronto para los noventa minutos, y saluda cariñosamente a los futbolistas que visten de blanco.

Con el beneplácito de Jesús Navas, el camero porta el brazalete de capitán. Salta al césped por segunda vez y, tras el pasamanos, se encamina junto a Nacho para efectuar el sorteo de campo. Mimoso abrazo con el canterano madridista y, en una de sus pillerías, elige la mitad del césped en la que se ubica los de Ancelotti, lo que les obliga a mudarse de campo. Saluda a Ilia Topuria, autor del saque de honor tras su victoria en la UFC.

No se trata de un amistoso ni un partido homenaje, por lo que el pitido de Díaz de Mera traslada al pasado cualquier relación entre Ramos y el Madrid. Una gran intercepción en el suelo a Vinicius cuando se integraba en el área y la solicitud a Rodrygo de que se levantara tras una entrada limpia de Badé son su carta de presentación. Es el primero en conversar con el colegiado para pedirle explicaciones por la falta de Nacho previa al gol de Lucas Vázquez, finalmente indicada.

Ubicado en el centro de la defensa de cinco de Quique Sánchez Flores, comanda a sus compañeros y sitúa la línea a su antojo, con unos silbidos cuyas notas bien conocen en el Bernabéu. Ante la desesperación de Kroos con el colegiado, que le supone una amarilla al alemán, Ramos acude para llevarse a su excompañero y evitarle una posible expulsión. Sobrio y sin excesivo trabajo, el partido del sevillano no le convierte en protagonista.

Sin embargo, observa en primera línea cómo su gran amigo Luka Modric aloja un excelente disparo en el fondo de la portería de Nyland. Ante la posición irregular de Rudiger, aunque no intervenga en la jugada, Ramos repite su conversación con el colegiado, esta vez con Fernández Buergo, para exigirle explicaciones. Aunque en esta ocasión sus protestas no dan sus frutos y el Madrid se adelanta. Final agrio para Sergio Ramos, con derrota en su regreso al Bernabéu, pero feliz por el reencuentro con la que fue su afición, que le demostró el agradecimiento y el cariño hacia su figura.