Real Madrid
La pandilla de Carlo Ancelotti
Más amigo que jefe, naturalidad y saber delegar; la fórmula de éxito del técnico con más finales de Champions. «Los chicles son para calmarme», dice
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Iniciar sesiónEntrenar al Real Madrid es el trabajo más bonito y más difícil del mundo. Puede sonar extraño, pero es así. No hay paciencia y sí una elevada exigencia diaria. Y los títulos se celebran con prisa. Por eso Carlo Ancelotti disfruta ... del camino, sabedor que la meta es el destino final, pero esta es en ocasiones ingrata y cruel: «La felicidad del día a día me prepara para el sufrimiento del día de partido. Todo empieza después de comer, sobre las 12.30-13.00 horas. Ahí me empiezan a subir las pulsaciones y ya no dejo de sudar hasta el inicio del partido. Los chicles son para calmarme», cuenta Ancelotti, que a sus 63 años no solo no ha logrado calmar los nervios con el paso de la edad, sino que estos han ido a más temporada tras temporada, síntoma que le acerca aún más a sus futbolistas, que ven en él un amigo antes que un entrenador o un jefe.
En el vestuario consideran a Ancelotti una personal normal, y ese es su gran secreto. Tan fácil, pero tan difícil. Ser natural, sencillo y cercano debería ser lo habitual, pero hoy se convive en una sociedad crispada que envenena la mayoría de relaciones. No es su caso. Carletto habla con sus jugadores, los escucha, los tiene en cuenta, empatiza con ellos, le es fiel y los defiende siempre a nivel público, incluso a manzanas podridas como Bale . Su modo de entender la vida genera ese buen rollo y esa amistad con los futbolistas de la que presumió orgulloso tras eliminar al City. Pero no solo eso. Con su equipo de trabajo actúa del mismo modo y delega. Delega siempre y sin matices. Se entromete muy poco en la parcela de cada uno de los miembros de su staff. Por ahí, también se gana el aprecio y el respeto de su cuerpo técnico. Y su madridismo está fuera de toda duda: «Cuando me retire seré madridista y milanista», le dijo a Valdano hace pocos días. «Te he dicho ‘gracias por traerme aquí presi’», le susurró tras el partido Carletto a Florentino en su oído derecho, a la vez que se daban un abrazo con más amor que un beso de recién casados.
Ancelotti confesó hace un par de días que esta segunda etapa en el Madrid será su última como entrenador, y el italiano está sacando su mejor versión para exprimirla al máximo y extenderla el mayor tiempo posible. Y a la primera, Liga, Supercopa y final de Champions , a la que ha accedido con tres cruces históricos. El de anoche, gracias un guión que ya había escrito en su cabeza durante los días previos y que se cumplió al 99’9%.
Ancelotti preveía un partido largo y así se lo hizo saber a sus jugadores. Sacaría su once de gala, pero comunicó a su plantilla que el partido tenía muchas papeletas de ser definido por uno de los integrantes del banquillo. Y todos lo entendieron con naturalidad y compañerismo. Es más, incluso algunos, como Rodrygo , valoraban como positivo salir desde el banquillo: «El brasileño estaba convencido de que su entrada al campo marcaría la diferencia», detalla a ABC una persona muy cercana a él.
Ancelotti también estaba seguro que vencer al City por dos goles de diferencia iba a ser más sencillo en 120 minutos que en 90 , y así fue. El tiempo reglamentario tenía como objetivo mínimo igualar la eliminatoria y provocar dudas y miedos en el equipo de Guardiola. En ese escenario estaba señalado en rojo los primeros veinte minutos del segundo tiempo, para Carletto uno de los momentos del encuentro. El 0-0 al descanso y el juego inocuo del City se daba por bueno. Lo que no entraba en los planes fue no perforar la portería de Ederson en ese tramo tras el descanso en los que Vinicius tuvo dos claras opciones de poner al Madrid por delante.
El tanto del City no le pilló por sorpresa a Carletto . Un equipo del potencial del de Guardiola es muy complicado que se quede a cero en su marcador, pero es cierto que el minuto del tanto de Mahrez (72) provocó más dudas de las que él se había imaginado. Pero ahí sacó su lado valiente y puso en marcha ese plan B en el que siempre creyó que se definiría el partido y la eliminatoria.
Plan B en marcha
Dos minutos antes del tanto del argelino metió a Rodrygo, y cuatro después de él entraron Camavinga y Asensio. Al banquillo, Casemiro, Kroos y Modric. Poca broma, pero era el turno de la energía-’enerllía’, que diría Carletto- y el caos. Y en ese bendito desorden y estado de efervescencia, el Real Madrid camina sobre alfombra roja. La parada milagrosa de Courtois, justo antes del doblete supersónico de Rodrygo, era otro de los renglones que había visualizado Ancelotti.
El tiempo extra significaba tres cuartos de la final en la mochila. A juicio de Ancelotti, el fondo de armario del Madrid es más amplio y más potente que el del City, y esa idea previa de Carletto también quedó demostrada sobre el verde, hasta el punto de provocar en los de Guardiola un constante balones a la olla, antítesis del estilo que el entrenador catalán defiende como dogma de fe.
Frente a eso, el músculo y el recorrido de Camavinga , el incansable ir y venir de Valverde, la verticalidad de Asensio, Rodrygo y Vininicus, y el talento de Benzema, que pese a no hacer su mejor partido, dio una asistencia a lo Van Basten, se sacó de la chistera un penalti y lo puso en la red con suma tranquilidad, justo en la primera parte de la prórroga, donde Carlo preveía voltear la eliminatoria. El golpe final fue Vallejo , inédito esta temporada. Ganó cinco duelos en los ocho minutos que estuvo sobre el campo. Hasta lo más imprevisible le cuadró a Ancelotti. «Es un gran entrenador», sentencia la planta noble del Madrid, inmensamente feliz de jugar la final número 17 de Champions de la historia del club. Para Ancelotti será la quinta, más que ningún otro técnico en toda la historia.
«Gracias por existir», escribía ayer el 'Corriere dello Sport', periódico de un país donde a Carlo V, como le llaman, en otro tiempo lo insultaban.
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