Cortita y al pie
Homenaje y monumento para Sergio Ramos
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Iniciar sesiónCuando Sergio Ramos se presentó en Madrid con un traje blanco, nadie, ni siquiera él, sabía lo que estaba por llegar.
Florentino Pérez lo había fichado del Sevilla, donde le habían bastado dos años para encandilar. Qué trote y qué potencia en ese jugador apenas ... contenible en el lateral derecho... El Madrid pagó 27 millones de la época, 2005, que no impidieron que Del Nido le dejara como el malo de la película ante la afición.
Llegaba al Madrid de los últimos coletazos galácticos y vivió una época de transición, con La Liga de las Remontadas, hasta la segunda etapa dorada del club, la que empezó a disciplinarse con Mourinho y, vía Ancelotti, culminó en la gloria de Zidane: cinco Ligas, cuatro Champions y cuatro trofeos de campeón del mundo de clubes. Será para siempre el Madrid de Cristiano Ronaldo, CR7, pero también el de SR4.
En el Madrid, Ramos hizo cosas importantísimas. Dio continuidad histórica a la capitanía española de Camacho, Hierro y Raúl, y actualizó y extendió la épica del club mucho más allá de las Remontadas con su ‘minuto 93’, el gol de la Décima en Oporto, copa que lleva su nombre, con una acción que le convirtió en un jugador peligroso y mágico, epifánico; con ribetes de Buitre, de Raúl, de jugador encastado del que esperar lo mejor: de jugador que se aparece.
Ramos fue aprendiendo su ‘heroísmo’. Ese gol de la Décima fue el primero de muchos. Se convirtió en un hombre decisivo, un ganador de partidos, uno de los defensas más goleadores de la historia: un gol cada diez encuentros, más de cien en su carrera.
Antes de esa faceta de mago del balón parado, adquirió la infalibilidad en los penaltis. En 2012, falló contra Neuer un penalti definitivo en semifinales de la Champions, y eso marcó su carrera, pero para mejor, la apuntaló: meses después, con España en semifinales de la Eurocopa, agarró en balón en el punto de penalti y decidió conjurar el trauma con un panenka, convirtiendo, con suprema chulería, ese desaire en su firma. Sus penaltis, desde entonces, tuvieron todos la paradiña, el suspense, y la picadita torera con el portero vencido.
Su marca personal fue esa, su imborrable huella plástica, también el cabezazo en escorzo contra el Atlético, el tackling como último hombre en la defensa de un Madrid arrebatado o incluso esa falta-llave que terminó con la final de Salah en la 13ª Copa de Europa y con una inmerecida fama de duro entre los aficionados árabes y anglosajones.
Su trayectoria en el Madrid bastaría para que pasara a la historia del fútbol, pero además está su trayectoria con la Selección: dos Eurocopas y un Mundial, titular en el mejor equipo español de siempre, donde no desentonó, ni mucho menos, en el circuito del tiquitaca. Es un jugador tan completo, tan singular, que pasa a la historia como central y también como el lateral de Luis Aragonés. No hay muchos defensas que puedan decir algo así, si es que hay alguno.
Si Beckenbauer y Ramos coincidiesen en un ascensor, Beckenbauer tendría que cederle el paso. Lo dicen los números y es incontestable. Se va un jugador que forma parte del once madridista de todos los tiempos. Merece un homenaje del Real Madrid, que el nuevo estadio le despida de pie, y un final honroso con la Selección. Deberá recibir honores y palabras nuevas, porque lo que ha hecho Ramos no lo ha hecho nadie.
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