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Ignacio Ruiz Quintano - El bar de Mou

Dulce amo del mundo

Ignacio Ruiz-Quintano

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Ya se puede decir que el Madrid de Florentino Pérez, como la Inglaterra de Santayana, ejerce de “dulce, justo e infantil amo” del mundo. ¿Que Lucas Vázquez no es Dembelé? Pero es nuestra alondra.

-¡Pobres alondras! -suspiraba Santayana-. ¿Es la proporción de materia pesada en sus cuerpos realmente menor que en los nuestros? ¿No tienen, en cierta medida, que trabajar, observar y temblar?

A Solari le vamos a perdonar el lírico alondrismo de Lucas Vázquez a cambio del épico mediocentrismo de Marcos Llorente, futbolistón en el que no repararon Zidane ni Lopetegui, y es para que les retiren varios puntos en el carné.

Lo de Solari con Marcos Llorente en el Madrid es un poco lo de Howard Hawks con Edward G. Robinson en “Pasto de tiburones”. Contaba Hawks a Bogdanovich que cuando uno decide hacer una película sobre un pescador (quien dice un pescador, dice un mediocentro, que viene a ser lo mismo) piensa: “¿Qué demonios hago con él?” El hecho de ponerle un garfio en el brazo ayudó mucho al personaje: amplió la brecha entre él y la chica y lo hizo peligroso en el sentido interesante. Cuando le dijo lo del garfio, Robinson contestó: “Howard, un ‘buen’ actor no necesita garfios”. El director: “De acuerdo”. Y el actor: “Bueno, hablemos”. Entonces el director se explicó: “No quiero saber nada más. Tú haz lo que consideres. Sé un buen actor. Acabo de perder todo interés por ti. No te pongas ese garfio. Sal ahí y demuestra lo buen actor que eres”. Y Robinson se presentó al día siguiente con el garfio en el brazo.

Marcos Llorente, que luce medias con agujeros como los soldados con baraka, es el hombre del garfio en el Madrid que se ha proclamado Campeón del Mundo en Abu Dabi. Un Madrid que luce mejor en las crónicas de Hughes que en las pantallas de TV (con Manolo Tse-Tse Sanchís de comentarista), pero esto es nuestra época (socialdemócrata) en todos los órdenes de la vida. Tampoco los campeones mundiales de ajedrez son Bobby Fischer, y no por eso echamos las fichas al suelo.

El fútbol, hoy, es un muermo que aburre hasta las lágrimas, pero la alternativa es la petanca, no los toros, donde se descarga la suerte igual que en el fútbol (el marcaje en zona es el destoreo a base de suerte descargada). Cómo será la cosa que la industria mediática, para poder llevarse algo a la boca, necesita tirar continuamente de Mourinho, despedido del United por no encabezar la Premier con Lukaku de delantero centro. Un entrenador acabado, en insinuación de Casillas, que a sus 37 años (edad en la que, según observación de José Martí, se clavan muchos genios: lord Byron, Watteau, Rafael) sigue, tan terne, papando córneres en el Oporto. (La otra edad fatal, sobre todo en la música, son los 27, esquina en que hincaron la picacha Jim Morrison, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Brian Jones, Amy Winehouse…) Mas los números que hoy, aquí, importan son los que señalan al Real Madrid como el mejor equipo de la historia, de manera que Florentino Pérez ya puede ir por los palcos como Luis Miguel por Las Ventas, con el dedo de número uno en alto.

-¿Y el Madrid, qué? ¿Otra vez campeón del mundo? -sería el nuevo latiguillo del abuelo de Majaelrayo.

-¡Esos son los números, abuelo!

Otro gran cronista de esta Casa, Fernández Flórez, que había trabajado en Hacienda, no se fiaba mucho de los números: no se merecen, decía, la reputación de seriedad de que gozan. Su prestigio lo ganan en la escuela, esa incubadora de números. Luego, al salir al mundo, el número se malea y participa de sus conveniencias, de sus prejuicios, de sus pasiones, y en los Bancos consigue probar a veces que dos y dos son cero.

-Las ideas suelen ser lentas, abultadas, de gestación laboriosa. Como los vertebrados superiores. Los números son ligeros, diminutos, prolíficos. Cada uno pone millones de huevos. Caen en nubes, como la langosta, y lo oscurecen todo con sus patitas de mosca, sus barriguitas de pulga, sus aguijones de avispa.

Las ideas, para hacernos una idea, precisamente, serían las Ligas, que cada vez tenemos menos, y los números, los Mundialitos, que cada vez tenemos más.

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