El periscopio de Jon Rahm: el debate de la tecnología en el golf

Si de verdad se aplicase el juego debería de ser lo suficientemente dinámico y no creo que sea el caso», opina Chema Olazábal. Esto lo dice uno de los jugadores más clásicos, de los que medían las distancias con pasos y que se fiaban de lo que su ojo y sus sensaciones le dictaban. Pero, como casi todos ha sucumbido a la tecnología. «Sí, sí, llevo el aparatito en la bolsa, qué remedio. Y también el 'tracman' para ver el vuelo de la bola... En fin, no los utilizo mucho, pero sí que los tengo».

Aunque en la inmensa mayoría de los campeonatos amateurs se permiten los medidores, la Federación Española es la única de renombre que no los autoriza en la alta competición. «Creemos que los jugadores de los equipos nacionales no deben perder una parte fundamental de su formación, que es la de adquirir sensaciones y controlar las distancias a ojo, como se ha hecho toda la vida. Luego, cuando se hagan profesionales que hagan lo que quieran, pero que lleven eso aprendido al menos», indica su director deportivo Nacho Gervás, antes de comentar orgulloso que no dejan de recibir felicitaciones por esa decisión.

De hecho, algunos profesionales de renombre, como Luke Donald, tampoco son muy partidarios de su uso. «No me parece mal que sirvan para comprobar lo que te dice tu cabeza, pero no puedes depender de ellos para ejecutar tus golpes», señala el capitán europeo de la Ryder Cup. Su homónima femenina, Annika Sorenstam, que también dirigió a las continentales en la Solheim Cuip, es de la misma opinión, aunque en su caso reconoce que «sí que los utilizo durante los entrenamientos y me parece una buena adquisición, porque así puedo comprobar las distancias que tengo en la cabeza. Es una buena mezcla entre la tecnología y las sensaciones de toda la vida. Me parece bien».

Una tercera opinión entre los capitanes es la de Paul McGinley. El irlandés es totalmente favorable a su uso, pues reconoce que «la tecnología siempre ayuda y no veo ningún problema en utilizarla en el golf. Y no sé por qué hay que restringirla sólo a los entrenamientos; en mi opinión, se podría llevar también a los días de competición sin problema». Donde lo utilizan sin problema es en el LIV golf, un circuito innovador en muchas cosas y también en cuanto a los recursos tecnológicos.

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Así lo reconoce Glenn Murray, el 'caddy' de Sergio García, para quien «estos aparatos suponen un avance en nuestra preparación. Incluso para los 'caddies' es algo provechoso, porque nos ayuda a comprobar nuestras distancias y podemos dedicarle más tiempo a ayudar a nuestros jugadores en otros sentidos». Su jefe es de la misma opinión, pues reconoce que en sus torneos no tienen problemas de tiempo y no van más lentos por el hecho de utilizar estos sistemas; es más, como así podemos afinar más las distancias nos da más garantías de éxito al preparar los golpes». Preguntado por ABC acerca de si consideraba que otros circuitos deberían seguir también por esta línea, el castellonense no quiso entrar en polémicas. «Como no soy miembro ni del Americano ni del Europeo no tengo por qué decirles lo que han de hacer», solventó con una sonrisa.

Hace dos años el PGA Championship decidió permitir estos artilugios también durante las rondas oficiales y la experiencia no terminó de cuajar del todo. Para Jon Rahm fue «la mayor tontería que se podían hacer en un campo de golf», mientras que Justin Thomas indicó que «no había que caer en las influenciadas comerciales a la hora de programar los eventos profesionales». Como siempre, el dinero tiene mucho que decir en todo esto.