Oros que valen doble: el reto de volver a ganar tras la maternidad

El embarazo sigue siendo un muro para muchas deportistas: se resienten el físico y la mente y se tambalean contratos, becas y apoyos. Pese a todo, cada vez más vuelven a competir con éxito

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Ana Peleteiro, junto a su marido y su hija Lúa, nacida en 2022. En 2024, se proclamó campeona de Europa en triple salto INSTAGRAM/EFE

Entre las muchas fotografías que dejaron los pasados Mundiales de atletismo en Tokio llamó la atención el dominio de las mujeres kenianas en todas las pruebas de mediofondo y fondo, desde el 800 al maratón. Fueron seis medallas de oro para lo que parece ... una nueva generación dorada de atletas. Pero lo más impactante de la hazaña fue comprobar que tres de esas atletas lograron el título después de haber pasado por la maternidad: Lilian Odira (800), Faith Kipyegon (1.500) y Peres Jepchirchir (maratón). «Eso demuestra que cuando eres madre todavía puedes gobernar el mundo», contó a la BBC la excampeona mundial de 800 metros Janeth Jepkosgei, conocedora del cambio cultural que este dato supone para su país, donde casarse o tener un hijo prácticamente obligaba a las atletas a abandonar su carrera deportiva.

El caso keniano ejemplifica el cambio visible que se está viviendo en el deporte profesional respecto a la maternidad. Históricamente, un embarazo en el deporte ha estado asociado a la renuncia. También al olvido. Durante décadas, las cláusulas para evitarlo formaban parte habitual de los contratos profesionales. Una deportista podía ver cancelado su patrocinio, perder la plaza en su equipo o quedarse sin acceso a becas y ayudas. Solo atletas privilegiadas, cuyo talento les permitía ir contracorriente, podían cumplir sus deseos maternales sin preocuparse por las consecuencias.

Casos como los de las fondistas Ingrid Kristiansen y Heike Drechsler, o el de la gimnasta Oksana Chusovitina, capaces de lograr sus mayores éxitos después de tener hijos, no eran ni mucho menos habituales a finales del siglo pasado. Al contrario: la gestación era sinónimo de retirada prematura. Hoy cada vez son más las que deciden interrumpir sus carreras, pero la situación sigue lejos de ser idílica. Existen muchos más obstáculos que beneficios.

Fifpro, sindicato mundial de futbolistas profesionales, reflejó esta realidad en un informe de 2017. Entonces, solo un 2% de las jugadoras había tenido hijos durante su carrera, y el 47% manifestaba que dejaría el deporte prematuramente para formar una familia. Para las pocas que habían dado el paso, la maternidad había supuesto quedarse sin ayudas, ni de los clubes ni de las administraciones.

En España, el sindicato Futpro realizó su propio estudio en 2024 con datos igual de alarmantes. Más de la mitad de las futbolistas encuestadas, un 54%, confirmaba su preocupación ante la posibilidad de quedarse embarazadas por las represalias que podían sufrir: la finalización de su contrato, bajadas de sueldo, discriminación en las convocatorias o falta de apoyo durante el proceso. Curiosamente, y aunque es el primer reto que enfrentan, las jugadoras situaban en segundo plano la dificultad de recuperarse físicamente para regresar al alto nivel.

Las cifras son extrapolables a cualquier disciplina, afirman los expertos, aunque basta con escuchar a las protagonistas: «Yo habría querido ser madre antes si no hubiera tenido ese miedo a detener mi carrera profesional», confesó en su día Ona Carbonell. «Después de ser madre es difícil volver a encontrar sensaciones», admitió Ana Peleteiro. «Desde el momento que di a luz, me sentí muy abandonada», lamentó Marta Corredera. Todas se enfrentaron al dilema entre prolongar su carrera o ser madres en edad fértil, asumiendo que ambas opciones parecían incompatibles. Y cuando por fin optaron por la maternidad, los obstáculos aparecieron en cadena.

Faith Kipyegon, triple oro olímpico y campeona del 5.000 en los recientes Mundiales de Tokio, Ona Carbonell, bimedallista olímpica, Serena Williams, ganadora de 23 Grand Slams Y la regatista Blanca Manchón, campeona mundial de RS:XA ABC

Primero llegan los retos internos: lidiar con el propio cuerpo y con la mente. La investigación científica ha demostrado que el embarazo no significa necesariamente el fin de una carrera deportiva, pero sí implica cambios fisiológicos que exigen adaptación. Durante la gestación se producen alteraciones cardiovasculares, respiratorias y metabólicas que modifican la respuesta al esfuerzo. El aumento de peso, la fatiga y las variaciones hormonales afectan tanto al rendimiento como al riesgo de lesión. No todas están dispuestas a asumir la enorme carga de trabajo que supone revertir esa situación. Y menos aún con un bebé en casa.

A esas limitaciones físicas se suman los desafíos psicológicos. Rocío Zamora, doctora en Psicología del Deporte y la Salud, explica que la maternidad supone una transición y un cambio de identidad que inevitablemente genera desafíos: «La deportista de alto rendimiento cambia su foco, que antes eran los entrenamientos, por el cuidado del hijo o la hija. Y eso genera conflicto. Aparece la culpa, la presión social o la sensación de no encajar ni en el ideal de buena madre ni en el de deportista de élite. Luego están las narrativas sociales, donde aún persiste la idea de que el embarazo es un obstáculo o un paso hacia el retiro. A eso se suma la incertidumbre sobre el rendimiento y la salud. Existe información médica contradictoria sobre qué constituye un entrenamiento seguro durante el embarazo o el posparto. Hay miedo a dañar al bebé, a perder la condición física o a no recuperar el nivel competitivo. Y a todo ello se añade la gestión de las emociones, tanto las propias como las derivadas de tener un bebé en casa».

«La deportista cambia su foco, que antes eran los entrenamientos, por el cuidado del hijo. Y eso genera conflicto. Aparece la culpa, la presión social»

Rocío Zamora

Doctora en Psicología del Deporte y la Salud

Tampoco ayuda la inestabilidad económica que conlleva un embarazo para las mujeres cuyo salario depende del rendimiento físico. Pocas logran escapar de ese muro. La estadounidense Allyson Felix, la atleta más laureada de la historia del atletismo, denunció en 2019 que Nike pretendía reducirle drásticamente el contrato tras quedarse embarazada. «Quería una cláusula de protección para las atletas que somos madres, y me dijeron que no», relató en un artículo en 'The New York Times'. Su caso marcó un punto de inflexión. Tras la polémica, Nike y otras marcas se vieron obligadas a modificar sus contratos, garantizando el sueldo y los bonus durante 18 meses después del parto.

En España, la regatista Blanca Manchón vivió una experiencia similar. Campeona mundial de RS:X en 2010, denunció que tras anunciar su embarazo muchos patrocinadores le retiraron el apoyo. «La Federación me decía que muy bien, pero que cuándo estaba lista para competir. Yo alucinaba. Llegué a pensar que no me merecía la pena. Estaba embarazada, con las hormonas por las nubes, y no tenía que estar justificando mi fecha de regreso», relató en unas jornadas de la Asociación de Futbolistas Españoles sobre embarazo y conciliación. Manchón perdió también a todos sus patrocinadores. Ninguno le renovó el contrato. Aun así, se empeñó en regresar y conquistó un nuevo título mundial: «Personas que me habían negado se pusieron después en la foto cuando gané».

«En España, hasta la nueva Ley del Deporte de 2023, no se contemplaba absolutamente nada en materia de maternidad», afirma Elena García-Antón, doctora en Derecho y profesora en la Universidad Rey Juan Carlos, que aporta luz sobre los desafíos legales y de conciliación aún pendientes. Una última capa de complejidad al asunto. Reconoce que se están dando pasos en la dirección correcta, aunque el trayecto por recorrer es largo. «Ahora, por fin, se prohíben esas cláusulas antiembarazo, y se incorporan medidas de conciliación para federaciones y clubes. En la relación laboral se incluye que, si una deportista se queda embarazada y está en su último año de contrato, podrá prorrogarlo un año más. También tendrán derecho a continuar en la dinámica de sus equipos, a compatibilizar entrenamientos y desplazamientos con sus hijos, y permisos para acompañarlos a visitas médicas o actos escolares. Todo esto, hasta el año pasado, no existía».

 

«Haber sido madre ha sido la experiencia más maravillosa del mundo y agradezco haberlo podido vivir y conciliarlo con mi profesión», confesó en su día Ona Carbonell, quien regresó a los entrenamientos para los Juegos de Tokio tras solo cinco meses de baja, y que ahora lidera la Comisión de Maternidad y Deporte del Comité Olímpico Español, trabajando por ampliar las medidas de conciliación. «Ser madre me ha empoderado y me ha dado ganas de seguir adelante», concedió también Ana Peleteiro tras proclamarse campeona de Europa, ya con su hija en la grada.

«Simplemente es cuestión de prioridades. Al final, todo se puede hacer», analizaba Teresa Portela, medallista olímpica siete años después de dar a luz. A pesar de las dificultades, todas ellas descubrieron que el nacimiento de sus hijos no solo no les había impedido regresar a deporte, sino que se había convertido en la fuerza más poderosa para seguir adelante y perseguir las medallas aún con más ganas.

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