Atletismo
Uno oro reivindicativo cocinado entre apuntes de derecho penal
Mundiales de Budapest
Álvaro Martín, flamante campeón mundial de 20 kilómetros, se ha erigido en una de las voces más enérgicas en defensa de su especialidad
Katir, Mechaal y García Romo, a semifinales del 1.500
No ha amanecido cuando empiezan a llegar los primeros marchadores a la Plaza de los Héroes, pero a esa hora los tejidos ya se pegan a la piel por la profunda humedad. Es el presagio de lo que está por venir, una tormenta de época ... que obliga a retrasar dos horas el inicio de los 20 kilómetros marcha, la primera final de los Mundiales. Un pequeño varapalo para la organización y un fastidio para los atletas.
La versión 5.0 de María Pérez
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Mientras truena, Álvaro Martín mordisquea una manzana e intenta relativizar. Ha visto a muchos marchadores enfadarse e insultar por el aplazamiento, pero él se lo toma con filosofía. «Es igual para todos», le dice José Antonio Carrillo, su entrenador, el hombre que también llevó a Miguel Ángel López a proclamarse campeón del mundo en esta misma especialidad en Pekín 2015. «Me he metido en mi mundo, con mi música, y a esperar». Mientras, por la megafonía, suena a todo trapo 'It's raining man'. Unos cachondos, los húngaros.
Cuando por fin llega la hora de la nueva salida, las cámaras privilegian a los dos japoneses favoritos, Toshikazu Yamanishi y Koki Ikeda, los vigentes campeón y subcampeón mundial; también al sueco Perseus Karlstrom, tercero en Oregon, y al marchador local Mate Helebrandt. Por detrás, con gesto serio, el mismo que le acompañaría hasta casi la recta final, asomaba Álvaro Martín, a quien su doble título europeo no le valió para ser añadido a ese selecto grupo de atletas destacados. Daba igual.
Martín afronta una carrera de engaños, de las que obligan a templar los nervios, porque Ikeda saltó del grupo nada más empezar hasta tomar una ventaja considerable. No es un cualquiera el nipón, pero nadie se atrevió a seguirle en ese momento, más centrados todos en Yamanishi, aspirante a una tercera corona. Sí hubo algún escarceo según avanzaron los kilómetros. Del grupo principal, compuesto por una decena de marchadores, se escaparon el turco Korkmaz y el brasileño Bonfim. Para entonces, Alberto Amezcua y Diego García, los otros dos españoles, están ya fuera de la pelea. Acabarán 13º y 39º. El primero de ellos, con mejor marca personal.
Hay minutos de alarma, porque los metales parecen escaparse, pero Martín mantiene la cara de poker y nos nervios de acero. Ayuda que Yamanishi, el gran favorito, cae desfondado antes del kilómetro 10. «Mi estrategia era dejar hacer. Es verdad que la carrera ha salido disparada y el ritmo era muy fuerte. Pero cuando he visto que Yamanishi se descolgaba he pensado: 'Hoy los japos no están y puede ser nuestro día'. Es verdad que ellos siempre han estado un pie por delante de nosotros, pero sabía que podíamos ganarlos».
Efectivamente, poco después Ikeda da síntomas de agotamiento y su ventaja empieza a menguar. Faltan cinco kilómetros, y lo que parecía una victoria segura del japonés se transforma en una nueva carrera, mucho más abierta. «Veía que íbamos a un ritmo alto y que yo me sentía con fuerza. Me he dicho: 'voy a atacar y no voy a mirar atrás hasta que no sea el final. Puede que me salga o que no me salga, pero tengo que intentarlo».
El ataque de Martín, que se lleva con él a Karlstrom, resulta demoledor. En apenas dos kilómetros pasa de estar a veinte segundos a ocupar el liderato. Por el camino caen Korkmaz, Bonfim, que acabaría siendo bronce, y por supuesto Ikeda, que apostó demasiado fuerte y perdió.
A esas alturas, Martín cumple y no regula. Lo da todo hasta cruzar la meta completamente exhausto hasta caer de rodillas a celebrar. Poco después ya se está abrazando con su familia y con una novia que llora sin parar. Para ella es la dedicatoria principal, aunque ni mucho menos la única: «Sufre mucho. Tenemos un estilo de vida muy duro, muy difícil. Ella vive en Madrid, yo en Cieza. Vengo de estar un mes y medio en Francia entrenando... sin podernos ver. Tiene que seguir mis horarios. Yo ceno a las siete y media y me acuesto a las diez... es muy difícil, y aun así ella está. Este éxito es también suyo».
Luego llega el abrazo con Carrillo, el forjador de campeones. Nunca dudó de su pupilo, ni en los momentos más delicados de la carrera. «Cuando el turco ha recibido la segunda amonestación y he visto el panorama de la carrera tenía claro que Álvaro sacaba una medalla. Aún no sabía de qué color, pero tenía claro que no se le escapaba».
Carrillo y Martín tienen claro que esto no se detiene aquí. Aún tienen que afrontar la carrera de 35 kilómetros, el próximo jueves, donde volverán a salir con opciones de alcanzar el podio. Y más allá asoma París 2024, una cita especial para ambos por muchos sentidos, aunque quizás aún más para el entrenador, que sueña con jubilarse por todo lo alto después de esa cita. Con «romper el sombrero», como el actor que interpreta a Sam Mussabini en la película 'Carros de fuego' cuando su alumno, Harold Abrahams, gana los 100 metros en los Juegos de París 1924. «Cuando consigamos esa medalla, la que sea, no me importa, será momento de disfrutar y dedicar tiempo a mi mujer».
Medalla reivindicativa
Álvaro Martín tiene fama, bien ganada, de no callarse ni una cuando detecta cualquier injusticia. Fue uno de los primeros en quejarse del sistema de selección de los atletas para el Mundial, de que varios compañeros con méritos de sobra para acudir se hubiesen quedado fuera por la exigencia de la Federación. Y, por encima de todo, es una de las voces que más empeño ha puesto en denunciar la situación de su especialidad, en claro peligro de desaparecer tanto del programa olímpico de Los Ángeles 2028 como de los próximos Mundiales, pues World Athletics los quiere al margen. Ayer, en plena euforia, se contuvo. Aunque hay muchos que quisieron ver en su forma de elevar el puño al pasar por la tribuna de autoridades, en la que se encontraba Raúl Chapado, presidente de la Federación Española, un gesto de rebeldía. «Podemos tener nuestras diferencias, pero durante la carrera hay que estar en lo que se está. Luego ya, después, se habla lo que haga falta: Pero yo creo que Raúl se alegra».
Antes de enfilar hacia el hotel, Martín reivindicó su oro como un éxito colectivo de la marcha española. Acostumbrada a los éxitos, sí, pero también a llevarse golpes muy duros. «Veníamos de tres cuartos puestos en Tokio, eso es muy doloroso». Por delante tiene varios días para descansar, donde aprovechará para estudiar las dos asignaturas que le faltan para acabar derecho: Penal y Protección Social. Será la segunda licenciatura, tras Políticas, de todo un campeón del mundo.
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