La caló y la herencia

A poco más de un mes del inicio de las hostilidades oficiales, la convocatoria de futbolistas que se desplazarán a Montecastillo tiene más de abnegación samaritana que de preparación de la temporada venidera. A muchos de los concentrados se les pondrá en forma para que lleguen en buenas condiciones físicas a sus nuevos equipos, sin ánimo alguno de aprovechamiento doméstico. Estarán en presente, pero no serán parte del futuro.

La herencia que ha dejado Monchi a su sucesor, Víctor Orta, es de las que el buen juicio y las codas al margen de las notas simples y complejas del registro mercantil justificarían no aceptarla. Lástima que no hablamos de inmuebles o acciones de empresas deficitarias, que pasarían a dominio público, sino las fichas de jugadores desvalorizados o sin peso en el mercado de futuros, imposible de deshacerse de ellas entregándolas al notario.

De la capacidad de Orta para soltar lastre, de la generosidad de Mendilibar en aceptar imponderables y de la ambición de los profesionales que no cuentan, dependerá la confección de una plantilla que, al inicio de las competiciones (16 de agosto, primera visita al dentista en Grecia), debería diferir muy mucho de la que se puede componer ahora con los convocados en la ciudad del vino, el flamenco y los caballos.

Y por medio, el enésimo duelo accionarial de la Junta Extraordinaria del día 27, en el que ambar partes hieren, pero no matan. No va a pasar nada, más allá de un nuevo desconchón de la imagen del club. American beauty.