Un derbi de lo más didáctico
En el Sevilla eligieron ser ellos mismos, frente a un Betis infiel a su estilo el día en que había que mostrar más personalidad
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Iniciar sesiónLa expulsión de Guido Rodríguez, a quien Rafa Mir le debió parecer Leo Messi para trabarlo con cuarenta metros de calvario hasta la puerta de Bravo, fue la puntilla, pero el martillo con que luego la machacó el Sevilla lo adquirieron los visitantes mucho antes, ... en vestuarios, al elegir ser ellos mismos frente a un rival que se decantó por no ser fiel a su estilo, precisamente el día en que había que mostrar más personalidad. Se equivocó Manuel Pellegrini, más que en el Wanda o que en Leverkusen, porque del Atlético podía esperarse que no quisiera la pelota y de los alemanes que su superioridad física no fuera tan insultante; del Sevilla se intuía lo que haría y la forma de contrarrestarlo, pero el chileno eligió sorprenderlo y la sorpresa fue que a su equipo se le fueron los minutos pensando en cómo conseguirlo.
Hubo más autocrítica en la plantilla verdiblanca que en el técnico a la hora del balance. Canales, Bravo, hasta el insomne Guido, reconocieron la incomodidad en la que se desenvolvieron incluso con igualdad numérica, la despersonalización del grupo o la irracional acción que llevó a su expulsión, en el argentino. Y es buena cosa esa, porque sólo asumiendo los errores pueden evitarse otras semanas negras.
Julen Lopetegui salió robustecido del duelo, sí, pero en esta ocasión con un valor añadido: estaba equivocado. Equivocado en no alentar a los suyos a aprovechar los espacios, en no hacer circular el balón con mayor velocidad, en no desbordar por las bandas y en no exigir que se terminaran las jugadas. En no asumir pequeños riesgos, en definitiva, para multiplicar sus ocasiones de gol. Y con ese paso adelante recuperó además a jugadores como Rakitic, Jordán, Acuña o Montiel, constreñidos por la concepción amarrateguiana del fútbol que fluía desde el banquillo.
Así que el del domingo fue un derbi didáctico para perdedor y para ganador. Corregir los errores y abundar en los aciertos es ahora responsabilidad de quienes cobran para ello. Mientras, los que pagan siguen enfrascados en la pasión según Sevilla. Y que nunca nos falte.
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