Sevilla FC
El último despeje de Diego Carlos
Los aficionados tuvieron el jueves el respiro de ver cómo uno de los mayores defensas de los últimos tiempos se iba con lágrimas en los ojos de un equipo que lo acogió como si fuera de la familia
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Iniciar sesiónEl último servicio defensivo de alto valor añadido de Diego Carlos, lo firmó el jueves, el día de su despedida de los aficionados de Nervión. Esos aficionados lo han adorado como si fuera la representación carnal del Hércules tebano, un ser mitológico capaz de enfrentarse ... al destino y vencerlo en sus manifestaciones más adversas. En plena ofensiva por parte de los muchos aficionados contrariados con las últimas decisiones del club, desde la subida desasosegante de la renovación del abono hasta la poco explicada renovación médica del equipo, Diego Carlos llegó y mandó parar. Absorbió todos los focos de atención. Se convirtió en protagonista emocional de un día en el que supimos de su noble encaste para salir de la nada y llegar a lo más alto, a base de esfuerzo, entrega, sudor y fe en sus posibilidades. Una historia que, posiblemente, no le guste a Ione Belarra, que quiere que los niños tengan infancias felices y super protegidas. Pero que Diego Carlos convirtió la suya en la historia más hermosa y noble que un chaval pueda firmar. Dani Alves tampoco vino como descendiente de la vieja aristocracia criolla brasilera. Pero hoy, ambos, pueden mirar hacia atrás y felicitarse por no solo haber salido de lo más humilde de su escala social, sino por haber ayudado a sus familias y lugares donde nacieron. Nadie quiere para su hijo una infancia de mendrugo de pan y habichuelas. Pero tampoco es bueno que los niños no sepan valorar el esfuerzo y la superación personal.
A lo que vamos. Diego Carlos, mientras sus antiguos compañeros viajaban hacia Corea, se despedía de la afición. Lo de Instagram no le iba para un adiós como el que el brasilero quería darles a sus incondicionales. En vivo y en directo autoexigía su adiós el atleta brazuca. Y toda la corpulencia demostrada en su juego físico y percutor, le siguió valiendo a la institución sevillista para desaparecer de la escena, para dejar de ser protagonista de la tómbola de cosquis que se han repartido esta semana desde el anuncio de la renovación de los abonos. No es exagerado decir que Diego Carlos despejó fuerte y a la banda, absorbiendo su pelotazo todas las tensiones informativas generadas en los últimos días. Que han sido muchas y aún resuenan como un caño ronco.
El Sevilla no empieza relajado su tiempo de preparación, el tanque del gas está rebosante de los restos no encauzados del final de la Liga y de los sumados por las nuevas decisiones. Como le dé mucho la solana, el tanque salta por los aires. Por lo que es muy recomendable ponerle un toldito a la bombona para enfriar la situación. Estamos todos de acuerdo que gestionar un equipo como el nuestro, con las ambiciones que todos compartimos, con las exigencias que reclamamos por definición, no es nada fácil. Pero mutatis mutandis, tampoco es coser y cantar, en plena crisis y con una inflación de dos dígitos, que aspira a crecer más de aquí al próximo invierno, asumir como un chiste una subida de un quince por ciento. Ni el campo ofrece confort para esos precios, ni tampoco se estimula la participación directa de los chavales, esas nuevas generaciones de un sevillismo que es el futuro social y emocional del equipo. Los aficionados tuvieron el jueves el respiro de ver cómo uno de los mayores defensas de los últimos tiempos se iba con lágrimas en los ojos de un equipo que lo acogió como si fuera de la familia. No estaría mal que tratáramos a los que nunca nos fallan como lo que son: familia blanca y roja a la espera de que alguien también sepa gestionar bien sus cuitas. Que no es tampoco fácil…
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