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Opinión

La máquina de fabricar ilusiones

El Sevilla ha vendido muy aceptablemente a sus dos joyas que tanto echamos en falta en el partido de Pamplona, pero que ha venido como azúcar a la tarta para que el club pudiera inscribir a sus jugadores

Los jugadores del Sevilla FC en el entrenamiento previo al debut en el Ramón Sánchez-Pizjuán Manu Gómez
Félix Machuca

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Antes del Brexit, los enfermos ingleses, se operaban en nuestro sistema de salud, multiplicaban el valor de sus pensiones escogiendo residencias en nuestro litoral y, de camino, animaban nuestra hostelería haciendo de la ginebra una bebida obligatoria para las buenas digestiones. Hoy, además, han convertido ... nuestros clubes de fútbol, no todos, solo los más expuestos, en su mercado natural. Algo así como para España lo fue en décadas previas el futbol latino americano. La razón la explica lo de siempre: el que maneja guita es el dueño del mercado, impone sus reglas y paga lo que le parece conveniente para hacer un buen negocio. El fútbol español es posible que haya vivido por encima de sus posibilidades y hay clubes que, hoy en día, por muchas palancas que hayan activado, tienen a jugadores por inscribir y otros han tenido que vender a los turcos un buen central por un millón y medio de euros. La responsabilidad de esta clase de desaplicaciones no es ni de los clubes compradores (que aplauden con las orejas tanta y tanta posibilidad de mercado como le ofrecemos) ni de los aficionados leales a los colores de un club. La responsabilidad recae en una gestión nefasta, propia de administraciones de países africanos, que ven en esos clubes ingleses, turcos o italianos de alegre tesorería, la única forma de salir del hoyo. Ocurre que en los negocios no se ve mucho a la madre Teresa de Calcuta. Y el que viene por una estrella que juega en un club tocado del ala, no viene a salvarte. Viene buscando joyas para pagarlas a precios de bisutería. Nosotros hemos hecho eso en América muchas veces. Ley de vida.

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