Opinión
La máquina de fabricar ilusiones
El Sevilla ha vendido muy aceptablemente a sus dos joyas que tanto echamos en falta en el partido de Pamplona, pero que ha venido como azúcar a la tarta para que el club pudiera inscribir a sus jugadores
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Iniciar sesiónAntes del Brexit, los enfermos ingleses, se operaban en nuestro sistema de salud, multiplicaban el valor de sus pensiones escogiendo residencias en nuestro litoral y, de camino, animaban nuestra hostelería haciendo de la ginebra una bebida obligatoria para las buenas digestiones. Hoy, además, han convertido ... nuestros clubes de fútbol, no todos, solo los más expuestos, en su mercado natural. Algo así como para España lo fue en décadas previas el futbol latino americano. La razón la explica lo de siempre: el que maneja guita es el dueño del mercado, impone sus reglas y paga lo que le parece conveniente para hacer un buen negocio. El fútbol español es posible que haya vivido por encima de sus posibilidades y hay clubes que, hoy en día, por muchas palancas que hayan activado, tienen a jugadores por inscribir y otros han tenido que vender a los turcos un buen central por un millón y medio de euros. La responsabilidad de esta clase de desaplicaciones no es ni de los clubes compradores (que aplauden con las orejas tanta y tanta posibilidad de mercado como le ofrecemos) ni de los aficionados leales a los colores de un club. La responsabilidad recae en una gestión nefasta, propia de administraciones de países africanos, que ven en esos clubes ingleses, turcos o italianos de alegre tesorería, la única forma de salir del hoyo. Ocurre que en los negocios no se ve mucho a la madre Teresa de Calcuta. Y el que viene por una estrella que juega en un club tocado del ala, no viene a salvarte. Viene buscando joyas para pagarlas a precios de bisutería. Nosotros hemos hecho eso en América muchas veces. Ley de vida.
El Sevilla no solo ha inscrito a todos sus jugadores. Sino que, igualmente, en una operación salida estimable, ha colocado excedentes de uso lejos de Nervión. En ese lote iba la defensa mejor de la Liga española y una de las mejores de Europa. Que, obviamente, también fue vendida al precio que marca el mercado de los que manejan la guita, no del que la necesita. Incluso así, en este caso concreto, el Sevilla ha vendido muy aceptablemente a sus dos joyas que tanto echamos en falta en el partido de Pamplona. Pero que ha venido como azúcar a la tarta para que el club pudiera inscribir a sus jugadores y no pasar la pena de otros que, incluso vendiendo a buenos jugadores, han podido cobrar su venta por bizum. La crisis de nuestro fútbol no es un asunto menor. Porque son más los vulnerables que los blindados y lo que te prestaron para pasar la pandemia y arreglos en los estadios, hay que devolverlo, es de Huelva y no puede ir al saco oscuro de los balances de los olvidos de la ingeniería camelística económica. La semana última de agosto, la que viene, veremos jugadas de póker que por menos derivaban en balaceras en las películas de tahúres del Misisipi. En ese río revuelto y angustioso de las horas finales, asistiremos a pescas de buenos jugadores a precios humildes y rebajas de emolumentos en aquellos agentes libres que han cobrado como si fueran asesores de Bill Gates, si es que quieren seguir jugando al fútbol. La traca final abrirá la caja de Pandora y habrá gritos y lágrimas por lo que se va y cómo se va.
Hoy juega el Sevilla su segundo partido de la temporada . Con un equipo que no se ha cerrado o que se cerrará sobre la campana. Pero que con la venta de sus dos perlas negras ha podido tapar huecos como la gruta de Hércules en sus números y ha podido traer a cuatro jugadores para pelear en un campeonato donde la cuarta plaza se me antoja una conquista estelar. Tras el numerito de Pamplona, la afición desea congraciarse con un club que ha podido, hasta ahora, con el oleaje furioso de la crisis económica de nuestros clubes. Para mi eso ya significa muchísimo. Y antes de chillar (que lo haga el que quiera, hasta ahí pudiéramos llegar) yo pienso seguir dejando trabajar a Monchi y sus cuates. Casi nunca te defrauda. Aunque Rony sea el nombre que más rechina en su brillante hoja de servicios. Es mágico. Tiene baraka. Y algunos lo odian tanto como nosotros lo amamos. Es puto Sevilla cien por cien. Bienvenida la máquina de fabricar ilusiones…
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