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Arquitectura de Bacará

Todo en Nasri es elegancia, finura y delicadeza. También, al parecer, sus nervaduras

Félix Machuca

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Nasri conduce el balón en el choque contra el Atlético

Tenía una pegada poderosa a la que le sacaba más ventaja aún gracias a sus largos brazos. Fuerte, ágil, poderoso y brutal como una guerra, La Cobra, Tommy Hearns para los clásicos, fue campeón mundial de los welter y de otras categorías allá por ... la década de los ochenta. Una década donde no peleaba con niñas. Lo hacía con gente como Roberto Durán, Sugar Ray Robinson, Martillo Roldán…Con cualquiera de ellos no era recomendable cruzarse en una esquina vacía en una madrugada pasadita de alcohol. Yo recuerdo su boxeo como una sinfonía de músculos y bimbazos que, casi siempre, daba con su oponente con los dientes en la lona. Pero Tommy tenía un dolorosísimo hándicap para haber alcanzado el cielo de los más grandes: una mandíbula de cristal, un cuello débil y un mentón de mantequilla que, cuando se lo acariciaban, le traía fatales consecuencias. Fue grande. Pero no fue de los más grandes por culpa del cristal.

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