Realismo mágico

Me pregunto de forma ingenua si los dueños del club aceptarían una fórmula 'creativa' para facilitar un Sevilla de los sevillistas

El realismo mágico en literatura, cuya huella más visible es 'Cien años de soledad', de Gabriel García Márquez, demanda un esfuerzo extra del lector, su colaboracionismo, para aceptar sin condiciones la inclusión de elementos fantásticos como si fueran cognitivamente reales. En el fútbol sería ... como asumir que el repaso al Barcelona en el Macondo sevillista respondió a la normalidad. La derrota ante el Mallorca, a la luz de las estadísticas, sí lo fue. Como lo sería aceptar la venta de las acciones a sevillistas, anteponiendo el escudo a algo de dinero.

Antonio Lappí y Fede Quintero, componentes de la primigenia tercera vía, que en la actualidad se ha ramificado en seis, como bien ha explicado en estas páginas Alberto Fernández, hicieron pública su oferta de compra. Un 3.900% de aumento por acción respecto a su valor nominal en 1992. De 60 euros a 2.400. Cierto que algunas de las familias engrosaron luego las titularidades comprando bastante por encima de los mil euros y menos por dos mil, pero el grueso de los paquetes salió por una pringá a los que entonces tenían para el jarrete, la carne de pollo y menos tocino del que hoy adorna sus cinturas, del puchero.

Mucho me temo que su músculo financiero sea insuficiente, pero me pregunto de forma ingenua, que no retórica, si los dueños del caldo, en un último arranque de amor al club, aceptarían una fórmula 'creativa' para convertir en 'nuevas' acciones la diferencia entre lo que pueda ofertar la vía sevillana y lo que pague alguno de los tiburones que dan vueltas alrededor de la carnaza. Pasarían del poder o de la oposición a ser minoría, pero siendo multimillonarios (excluyan a Del Nido Carrasco, al que sus acciones no le darían más que para una modesta aportación a su fondo de pensiones) y darían lustre histórico a su innegable sevillismo. Denle vueltas a la utopía.

Como Aureliano Buendía ante el pelotón de fusilamiento únicamente aspiro a que el plomo del realismo mágico no me alcance antes de escaparme. Para seguir soñando con un Sevilla de los sevillistas para siempre.

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