Platón, Aristóteles y el balón

La afición sevillista ha pasado de esperanzarse con que hubiera tres equipos peores que el suyo a preguntarse si hay seis mejores

Los Museos Vaticanos albergan entre sus tesoros pictóricos una pintura de Rafael, «La Escuela de Atenas», en la que los grandes protagonistas son Platón y Aristóteles. Al primero se le representa señalando con su índice hacia arriba y al segundo con la palma de ... su mano derecha hacia abajo. El ateniense, dicen los que se interesaron por la filosofía y no la suspendieron en junio y en septiembre, era un idealista convencido de vivir en un mundo copia imperfecta de lo que en verdad podía ser si se miraba hacia arriba, mientras el de Estagira se decantaba por analizar lo material y tangible. La afición del Sevilla ha pasado de ser discípula de Aristóteles a seguidora de Platón.

La culpa la tienen Antonio Cordón y Matías Almeyda, comisionados por el consejo blanquirrojo para salir de la caverna en la que se encontraba el equipo, en la mejor decisión de las tres últimas temporadas. De mirar hacia abajo, y no de reojo precisamente, a hacerlo hacia arriba y sin vértigo a coger más altura; de esperanzarse con que hubiera tres peores que él a preguntarse si hay seis mejores; de resignarse a un futuro incierto a gozar del presente; de exigir un cambio accionarial inmediato a preocuparse por el cómo y a quién de la venta y no tanto por el cuándo.

Platón y Aristóteles lo tuvieron fácil porque no había un balón que influyera en sus creencias. Y en fútbol la redonda lo es todo. Ella marca, en función de dónde repose, la frontera entre la euforia y la depresión. Tras la goleada al Barcelona, el aficionado vive unos días de exaltación pensando en lo que puede ser y aún no es, igual que una derrota ante el colista, el Mallorca, en la barbacoa que será hoy el Sánchez-Pizjuán, le sumergiría de nuevo en las dudas. Y no es eso.

Hay proyecto deportivo, gente competente al frente, más allá de los vaivenes que puedan darse en la competición. Pensar en que se está en el buen camino antes de lo previsto es lo sensato. Mientras, dejemos a Platón y Aristóteles con sus cosas.

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