Herencias
Como se atribuye a Rafael Gómez Ortega, 'el Gallo', lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible
El fichaje de Gabriel Suazo y su primera puesta en escena frente al Sunderland ha ofrecido certezas al sevillismo: Antonio Cordón, el nuevo director deportivo, sabe lo que se hace. Se confía mucho en él para la confección de la plantilla que ... pondrá a disposición de Matías Almeyda, a portagayola desde que llegó a sabiendas de adónde llegaba. Experiencia tiene de sobra el pacense; contactos, para llenar varios listines telefónicos y «creatividad» fijo que no le falta, si acaso horas del día para pintar el enorme mural que le han encargado. No un cuadro, como antaño, una pared kilométrica casi en blanco.
Al igual que pasa con el técnico argentino, él también sabía de sobra a lo que se enfrentaba: un club en la miseria a resultas de una nefasta gestión económica y una herencia deportiva que, a diferencia de las testamentarias, no cabe rechazarla sin más. Rechazarlas, mejor dicho, porque en su caso están duplicadas. La que Ramón Rodríguez Verdejo (repito, para que nadie dude de mi admiración por él, la persona más importante del Sevilla en el siglo XXI en el ámbito deportivo) le dejó a Víctor Orta y la que este le ha endosado a él.
Se criticó, con razón, al hoy responsable del área en el Valladolid su incapacidad para recaudar dinero de jugadores importantes a los que no se podía pagar sus altas fichas y que se fueron libres o vendidos de saldo, de no colocar a otros con menos nombre sin abonar casi toda su soldada por su cesión y de encontrar libres o cedidos a bajo coste jugadores que aportaran. Cordón habría recaudado más con la elite que había y seguro que optado a gangas susceptibles de incorporar, pero se enfrenta a la misma problemática que su antecesor a la hora de buscar salidas a lo que además de caro resulta inservible. Nadie, por un motivo o por otro, los quiere y ellos, al igual que los dirigentes, pensando sólo en el dinero y en sus derechos adquiridos, acciones o contratos, tampoco facilitan su marcha. Porque, como se atribuye a Rafael Gómez Ortega, 'el Gallo', lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.
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