A hombros de Almeyda

El Sevilla FC se agarra a la figura de su nuevo entrenador, quien destaca por ir de frente con todo y no buscar excusas peregrinas

El Sevilla FC atraviesa una etapa de su historia que se asemeja a ese niño pequeño que necesita protección. Que la busca en una figura que sienta cercana, verdadera, real. Como ese padre que para la mente infantil jamás engaña y tiene una solución ... para todo, que te sube a sus hombros y te hace sentir la persona más especial del mundo. El sevillismo llevaba tiempo buscando esa figura, con el peligro que tiene confiar en la persona equivocada. Parte del mismo sigue añorando a Monchi en ese papel, con otra menos relevante, y más ruidosa por tratarse de una juventud donde todo han sido festejos y títulos, en la búsqueda de un reemplazo que, como poco, dignifique algo tan importante como el escudo. Que eleve el sentimiento sevillista por encima de unos dirigentes que hace tiempo que lo enterraron buscando únicamente el beneficio propio. Cada uno busca lo que puede. O lo que realmente quiere. Y pese a que es pronto, la figura de Matías Almeyda está calando en el aficionado. Por su cercanía y saber estar; por su sinceridad y discurso directo; por no esconder los defectos y mostrar las cicatrices de su propio pasado; por sentirse en deuda por la oportunidad y dejarse el alma por pagarla.

Cuando una persona te habla desde la verdad es muy difícil darle la espalda. Negarle el beneficio de la duda. El Sevilla como equipo necesitará toda la ayuda posible esta temporada. Tiene poco. Muy poquito donde rascar. Todo recaerá sobre los hombros del argentino. De su pericia como técnico y de su magnetismo a la hora de aunar voluntades en el vestuario y la grada. Aquí le doy toda la razón del mundo a la persona que firmó al entrenador. Antonio Cordón, en este mundillo de las búsquedas permanentes, lo ha fiado todo a Matías Almeyda. Algo vio en él. Más que un hombre de club, un líder de vestuario. Una fuerza de la naturaleza para combatir en inferioridad de oportunidades. También un referente para los jugadores. Y un padre para el sevillismo.

Todo quedará en papel mojado si la pelota no entra porque para eso es fútbol. Un deporte donde a las buenas personas no les tiene por qué ir bien. Este arranque del Sevilla sólo demuestra que el entrenador está aterrizando. Repasando cada capítulo de su libro de estilo, donde entra casi de todo, desde cambios de sistema, repliegue bajo y contragolpe, o marcajes al hombre en todo el campo para recuperar arriba y marcar. Tiene claro que su Sevilla debe ser un equipo tan incómodo como físico. Que ningún jugador pueda romper esa cadena de esfuerzo solidario que se necesita para que el plan salga como está diseñado. El peligro radica en que la plantilla está repletita de hombres con errores de concentración habituales. Almeyda les pide calma. Que no se gana nada saliendo a lo loco, menos cuando juegan de local. Parece que Marcao no le hizo mucho caso en su primer acción contra el Elche. Ciertas taras en un vestuario que al menos le muestra a su nuevo jefe cierta pleitesia. También ellos necesitaban que hubiese una figura que colocase el pecho antes de que les llegasen las balas de la crítica. Un estilo psicológico como el de Quique Sánches Flores, pero sin estar a la gresca con el club. Al menos de momento, que ya sabemos que en el Sevilla todos quieren salir en la foto buena pese a que su cuota de decisiones acertadas baje del 1%.

Almeyda tiene trabajo. Arduo y poco gratificante. Debe recomponer un edificio en ruinas con los materiales que le han dado. No sólo construir un equipo de fútbol que no haga sufrir nuevamente a sus aficionados, sino que a su vez enganche a una grada que ha comprendido que el fútbol les ha llevado 25 años hacia atrás. Repito, a aquellos que han visto al Sevilla de todos los colores y le han apoyado en las peores situaciones. Almeyda vivió como jugador el inicio de la época más oscura del Sevilla antes de la gloria. Esa es su otra deuda por pagar. Que aquella foto emborronada de su pasado, antes de irse a vivir con las vacas y caballos y encontrarle nuevamente sentido a la vida, cambie por una digitalizada y donde pueda colocarle el filtro de la felicidad que imparte Antonio Cordón. El sevillismo no será feliz mientras su club lo sigan dirigiendo de espaldas al sentimiento sevillista. Mientras tanto, se subirán a hombros de Almeyda. La protección del padre. Agarrarse a una persona real mientras el suelo se sigue moviendo bajo sus pies. Se acabó el discurso atrofiado del fútbol que orina colonia. Bienvenido el terrenal. El de campo. Incluso con asado de por medio. Si el incendio nace de la parrilla, menos incendio será.

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