García Pimienta, el equilibrio del desequilibrio
El entrenador muestra su mejor versión en la dirección de partido cuando más llovía sobre su figura
Dentro del enorme socavón de confianza que merecen las personas que toman las decisiones relevantes en el Sevilla, al menos se puede decir que se han intentado rodear o, mejor dicho, han entregado departamentos de un peso tremendo, como es la dirección del primer ... equipo, a personas sensatas. Con días mejores o peores, pero que siempre buscan el acierto en su trabajo. Sin ponerse medallas absurdas. Pueden tirar de ciertos tópicos para explicar lo que no se atreven (de puertas hacia fuera), pero es que el nivel en este sentido es el que es. Otro asunto es el nivel profesional en líneas generales que pueden ofrecer en un puesto de responsabilidad, como es ser entrenador del Sevilla. En la mirada a largo plazo. Si les da para encabezar un proyecto (supuestamente serio) como el nervionense. García Pimienta me da una de cal y otra de arena. Cuando entiendo una decisión o una apuesta, de repente me cambia el paso con un partido deplorable, de sus jugadores y su propia dirección de partido. La parte positiva de la balanza es que parece aprender de los errores. Sólo hace falta comparar los partidos ante el Mallorca y la Real.
Aquí ya se puede apuntar que en San Sebastián disponía de un poco más de banquillo. Cierto. Piernas frescas y saber dársela al compañero. Fundamental. Y no sólo eso. El Sevilla perdió tiempo cada vez que la Real encadenaba dos ataques en pocos minutos. Romperles el ritmo. Hacerles ver que no iban a conseguir ni siquiera un punto por el empate. Ensució un poco el juego, para quedarse la pelota en campo rival, obligando a que corriese detrás de ella. El paso atrás sin otro argumento no le vale a un equipo con el cenizo en lo alto de los sevillistas. Colgarse del larguero lo carga el diablo desde hace tiempo para el Sevilla. Y el plan del entrenador fue perfecto en ese sentido. ¡Incluso hizo una sustitución en el alargue! Parece de perogrullo, pero ante el Mallorca obvió esa otra fórmula de detener el encuentro. No hay mal que cien años dure. Pimienta también le está cogiendo el aire al Sevilla. Ha tardado más de lo esperado, con un valle que podía haberle costado algo más que un disgusto. Está nuevamente en pie.
Me sigue pareciendo un técnico que se amolda a lo que tiene y que ha desterrado ciertas ideas de fútbol más dinámico por falta de recursos. Incluso me han comentado que hay quien lo compara a Julen Lopetegui. El bueno de Julen hubiese llorado con el nivel técnico de este centro del campo. Para salir bien del barro hay que saber a qué se enfrenta uno. Es probable que la semejanza se centre en ese Sevilla bien armado e incómodo como visitante. Ganando partidos por una pegada mínima en el momento preciso. Aprovechando ese despiste que aquel Sevilla no tenía. ¿Cuántos puntos de más tendrían los sevillistas sin esos errores individuales e infantiles? Incontables. Pero de esto se lamentan al final de la temporada todos los clubes. Sin un delantero goleador, colocar al Sevilla a las puertas de Europa es, al menos, de aplauso. No ovación cerrada, pero sí palmadita en la espalda. Le queda aún lo más importante. Su gestión en estos dos meses dirá si el Sevilla tiene entrenador para más años. Igual que los jugadores jóvenes (y los no tan jóvenes) aprenden cada día, también los entrenadores deben reconocer sus manías y forzar la máquina fuera de su zona de confort. El entrenador no es tan malo como apuntan sus detractores. Ni la plantilla tan nefasta como afirman los haters de Víctor Orta. Pimienta da equilibrio dentro de un Sevilla desequilibrado. ¿Dónde? ¿El equilibrio o el desequilibrio? No hay más que mirar.
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