Sevilla es su lenguaje

El aquí es importante. El lenguaje de Sevilla es el del quillo, el illo, el miarma. Un lenguaje que Sevilla y Betis están obligados a compartir. Sin embargo, no diría que ambos equipos se comuniquen exactamente igual. Sé que me busco enemigos con lo que voy a decir. Es una reflexión muy meditada: el Betis ha acabado convirtiéndose en un equipo que trasciende lo sevillano, hasta ser, quizá, más de Andalucía que de Sevilla. La simpatía que el Betis genera fuera de la ciudad llega a ser, incluso, más potente en algunos casos que en la propia Sevilla. Es mucho más habitual que un jiennense o un granadino sea del Betis a que lo sea del Sevilla. De Despeñaperros hacia arriba, la adhesión bética es insobornable, adquiriendo en muchos casos una condición casi religiosa. Hay béticos en Times Square, en cómics de Marvel, en fotogramas de películas de Hollywood. El beticismo tiene ganada, indudablemente, la lucha de la universalidad.

En cambio, el espacio del Sevilla es Sevilla. Se circunscribe a la ciudad, y en ella encuentra su fundamento. El impresionante tifo que se desplegó en el Gol Norte del Sánchez Pizjuán segundos antes del partido de ayer mostraba a Santa Justa y Santa Rufina custodiando el escudo sevillista, bajo el lema «Protectoras de nuestra fe». Una declaración de amor sin concesiones a la ciudad, que responde a una tradición y que mantiene una coherencia en el tiempo. El Sevilla FC es indisociable del sentimiento hispalense, algo que en el caso del Betis no parece tan claro.

En consecuencia, fuera de Sevilla, muchas veces, el Sevilla no se entiende. Es más: tiende a resultar un equipo antipático. Porque el Sevilla es como Sevilla: orgulloso, suficiente y, muchas veces, algo estirado. Elementos de carácter que, como la ciudad con su belleza, el club se ha ganado a pulso gracias a su impresionante palmarés europeo y su gen competitivo.

Los sevillistas somos los quillos, los illos, los miarmas. Y en los derbis que se juegan en casa, compartimos lenguaje con el Betis, pero los dos equipos sabemos que no hablamos el mismo idioma. Salí a disfrutar de la mañana de domingo de la previa vestido con mi polo del Sevilla. Y en la cola para pedir una cerveza en el bar, tocaba intercambiar pullazos con aficionados del Betis. En todos ellos encontré la misma sensación de miedo e inquietud. Cuando viene al Sánchez Pizjuán, el equipo bético siempre comparece acomplejado y temeroso. Compartimos un mismo idioma, pero en el momento de la verdad, al Betis no le salen las palabras.

El único reproche de los sevillistas al Sevilla que le ganó ayer (otra vez) al Betis es el de no entender por qué el equipo de García Pimienta no ha jugado así todos los partidos de esta temporada. Porque si el Sevilla hubiera encarado así todos los partidos desde el mes de agosto, estaríamos con seguridad en puestos de Champions. El Sevilla ayer fue superior al Betis, una superioridad que no se está viendo en el juego con el que ambos equipos compiten en La Liga. Pero es el lenguaje del Sevilla en Sevilla. Un lenguaje que los de Nervión manejan como nadie, haciendo valer su condición de equipo sevillista y sevillano.

Esto es Sevilla y aquí hay que mamar, cantaba unánime el estadio en los minutos posteriores al encuentro. Seguramente la clave de todo provenga de ahí: el Betis es un equipo más universal, más simpático, con muchos más seguidores fuera de nuestras fronteras. Pero el Sevilla se siente de Sevilla por encima de todo. Porque Sevilla es su nombre. Porque Sevilla es su lenguaje.