Sevilla - Valencia: El alma y un juguete (3-0)

El Sevilla destrozó a un muy flojo Valencia con dos goles de De Jong y uno de Rakitic; el equipo de Lopetegui bordó el fútbol por momentos

Rakitic celebra su gol con sus compañeros RAÚL DOBLADO

Es imposible no acordarse hoy de Peter Lim. Qué manera de romper; qué fórmula financiera más horrenda habrá encontrado para destronar a un equipo que hace sólo 20 meses se coronaba en Sevilla como campeón de la Copa del Rey y hoy se pasea por ... los campos abochornando a los suyos. Lo que ocurrió ayer en el Sánchez-Pizjuán resulta difícil describirlo. Los de naranja parecían niños ante un Sevilla inmenso, no sólo en la mejor calidad, sino en la perfecta actitud para superar a un equipo tremendamente distraído. Las inquietudes van por barrios, y los problemas llevan el nombre de Mestalla. El Valencia se ahoga, y el Sevilla, crece. Y vuelve a crecer. El Sevilla busca resultados, y el Valencia encuentra problemas. El Sevilla sueña, y el Valencia no despierta de una pesadilla ideada por Lim.

Lopetegui está instalado en la continua búsqueda de soluciones. Ve antes que el resto. Mientras que el técnico del conjunto valencianista, Javi Gracia, miraba a su filial para buscar fórmulas de ataque, Lopetegui perfilaba algunas posiciones con futbolistas brillantes. Es otro mundo. Comparar hoy al Sevilla con el Valencia empieza a tener poco sentido.

La barbarie firmada en Singapur invita a reflexionar sobre lo mucho y bueno que hace el Sevilla. Qué miedo da, viendo al Valencia derrumbarse, pensar en un capital externo dominar cualquier hilo de control. Un equipo es alma para muchos, y sólo un juguete para otros. El Sevilla irradia todo lo que el Valencia tiró a la basura: amor propio, orgullo, coraje. En tierras de Nervión todo es orden, el que establece desde el presidente, Castro, hasta el omnipresente Monchi, y pasando por Lopetegui. La exigencia como horizonte. Ya debe saber Papu Gómez, que ayer vio el partido desde la grada, cómo es el Sevilla, su Sevilla. Pasitos al frente. Como el que ayer dieron varios jugadores. Como Munir, muy activo durante todo el partido; como Rakitic, que pronto le puso al partido cara de satisfacción. El croata tenía ayer ganas de inventar y se sacó la chistera para marcar un golazo de vaselina para hacer el 3-0. Antes brilló De Jong. Cuánto bien le habrá hecho al holandés el partido de anoche. Gol y gol. Los delanteros comen de los tantos. Con En-Nesyri acaparando la atención de los medios y la afición en los últimos días tras ser capaz de hacer dos «hat-trick», De Jong respondió con dos golazos. En el primero, el punta remató a la perfección un corner medido sacado por Acuña, y en el segundo, culminó una de esas jugadas que a bien podrían tener los entrenadores de base enseñárselo a sus pupilos. Fue la jugada perfecta, el anhelo de cualquier entrenador que trabaje tanto la táctica como Lopetegui. Ciento dos segundos de aprecio. Comenzó atrás del todo, con Bono, y terminó con Rivero recogiendo la pelota dentro de su portería. Todos los jugadores del Sevilla, con hasta 37 toques, participaron en la memorable acción.

Los jugadores del Valencia sólo apuntaron a seguir el balón con la mirada. Otro rollo. Koundé , venido a más, se gustó tanto que empezó a moverse por zonas ajenas a su demarcación de central. Es lo que tiene ser tan bueno, distinto y preparado para pasar a la historia. Con sólo 22 años, lo de este chico es sensacional. Extraordinario. Lo hace todo bien y se apunta al ataque con una facilidad tan grande que parece que lleva jugando como atacante toda su vida. Hablando de facetas ofensivas, un inciso: ¡pero qué bueno es Suso! El gaditano es el ejemplo perfecto para entender la importancia de la confianza. Intenta lo que le sale. Si ve una opción para disparar, lo hace; si ve un pase al hueco, lo hace. Suso es lo más parecido al arte, capaz de levantar a cuaquiera de su sillón (porque ahora las gradas están vacías). Ya, si le metes un poquito de alma, de esa que tienen incrustada los sevillistas y la hacen endémica de Nervión, todo sale bien. El alma frente a un juguete. Las cosas de Peter Lim. Y de un Sevilla que quiere más. Y más.

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