Por fin, el Sevilla de antes de la pesadilla

La resolución del entuerto no era tan complicada. Consistía en desprenderse del lastre, dar con refuerzos a la altura de las aspiraciones del club y contratar a un entrenador capaz de motivar al vestuario. El Sevilla lo ha hecho, y ha elegido la Liga Europa como punto de inflexión de la temporada . Porque el torneo que ha aportado más gloria a la entidad era el escenario ideal para espantar fantasmas. Y eso que en la previa del encuentro Sampaoli ejerció de argentino y jugó al despiste, asegurando que el partido del esparto vallecano era tan importante como este de seda europea. Pero a la hora de la verdad salió al campo con su mejor once, repitiendo el esquema que tan buen resultado le dio ante el Mallorca, con tres centrales... y recuperando a Acuña en la banda, ausente el pasado sábado.

Pero el hombre propone y Dios dispone . Todo el planteamiento se vino abajo en el minuto 13, en el momento en que Badé se echó la mano al muslo. Si había un jugador clave no ya en el entramado de anoche, sino en la esperanzadora recuperación del Sevilla es el francés, y su ingreso en la amplia nómina de centrales lesionados suponía una catástrofe para los de Sampaoli. Le sustituyó Fernando, que se ubicó en el doble pivote junto a Jordán .

El Sevilla, que había empezado el partido con ambición y bien posicionado, acusó el golpe. Los jugadores empezaron a desconfiar como un político amenazado al que le quitan al guardaespaldas. Durante unos minutos apareció el equipo inseguro de tan reciente y nefasto recuerdo, y Gudelj llevó la angustia a la grada con una cesión criminal a Bono que estuvo a punto de terminar dentro de la porteria. El PSV olió el miedo y comenzó a apretar , sobre todo mediante Simons, el principal argumento del ataque holandés.

Hace dos meses este contratiempo hubiera hundido al Sevilla. Pero ayer la caraje duró diez minutos. Una vez que las piezas encajaron en el nuevo engranaje tomó las riendas del juego y acogotó al PSV con un lúcido Oliver Torres y un hiperactivo Bryan Gil . Derivó el juego en una peleas de la izquierdas, como la misma política española, con los sevillistas buscando a Gil y los holandeses a Ximons, a quien estuvo a punto de retirar del campo Gudelj en un choque al que acudió con los pies por delante.

Con el juego inclinado a siniestra, el gol llegó sin embargo por la diestra. Y fue un regalo de Luuk de Jong , que debió tener un dejà vu y en el descuento del primer tiempo entregó el balón a los de blanco. Con espacio por delante y los holandeses desubicados, se activó la jugada que el Sánchez-Pizjuán ha visto cientos de veces pero que ningún rival sabe frenar todavía: pelota a Navas, control y pase perfecto al centro del área. Hace una década remataba Kanouté, ahora lo hace En-Nesyri. El resultado es el mismo. Gol, euforia en la grada y eliminatoria que empezaba a encarrilarse.

El tanto del marroquí hizo que el Sevilla entrase en el vestuario en estado de gracia y Lucas Ocampos se encargó nada más comenzar la segunda parte de transportarlos directamente al nirvana. El argentino había entrado por un agotado Bryan Gil y sacó petróleo de un inocente saque de banda. Recibió un pase de Oliver Torres para realizar un control extraordinario en el área y empalmar un chut imparable para Benítez.

La sucesión de golpes era demasiado para el equipo de Van Nistelrooy , un conjuntito más aparente que sólido. Espoleado por la afición e inspirado por la leyenda de seis títulos en la competición, el Sevilla empezó a sentirse capaz de cualquier cosa. Y en el minuto 55 hilvanó la jugada más espectacular de la temporada, con taconazo de Ocampos en el área para que Gudelj fusilase a Walter Benítez.

Con el 3-0 en el marcador y la eliminatoria resuelta, los jugadores se limitaron a controlar la situación y los aficionados a mostrar una euforia que parecía prohibida en el Sánchez-Pizjuán. El PSV Eindhoven intentó apretar para volver a Holanda con algo de esperanza, pero Bono y el poste lo impidieron en sendos tiros de Veerman.

Pudo el Sevilla arañar algún tanto más para terminar de redondear la noche, pero tampoco hacía falta. El mayor premio, más allá de la clasificación virtual, era volver a ver las señas de identidad del equipo que asombró a Europa y que nunca debió llegar a pasar por lo que ha pasado en los últimos meses.