Rebelión a tiempo, un punto salvado (2-2)

Nada hacía presagiar que al intermedio llegara el equipo con la lengua fuera, desconcertado y doblemente golpeado, necesitado de un reseteo para conectarse de nuevo al partido y porfiar, al menos, por el empate. Como el fútbol no es cuestión de méritos sino de sumar goles, el Celta se marchó al descanso con una ventaja mullida gracias a dos regalos del Sevilla , que hasta ese minuto, el 37, sin avasallar ni mucho menos a su rival, sí que estaba resultando más o menos reconocible aunque le faltaran piernas.

El mando de la situación era suyo. Rompiendo la primera línea de presión transitaba con cierta fluidez, Tecatito se hacía notar con destellos de clase y por las bandas generaba juego el equipo aunque no se tradujera en ocasiones claras , salvo un punterazo del mexicano que atrapó Dituro. Así transcurría el choque hasta que, un minuto antes del gol vigués, un cambio de orientación de Tecatito a la derecha lo domó a Ocampos, que obligó al meta visitante. El rechace lo cazó Acuña, Araujo salvó casi bajo palos y en la tercera tentativa no acertó Tecatito a embocar tampoco. Gol triplemente negado. Y del 1-0, al 0-1, casi ipso facto . Un mal despeje de Acuña, impreciso en la primera parte, lo rentabilizó al máximo el Celta, con carrerón de Brais Méndez, tiro de Santi Mina que repele Dmitrovic y celebración de Cervi tras remachar en el área pequeña.

Aún estaba asimilando lo sucedido el Sevilla, que se desconectó en tres minutos letales. Un mal pase atrás de Ocampos llegó hasta Iago Aspas, que tuvo demasiado tiempo para pensar y armó un disparo que se coló por el palo de Dmitrovic . A partir de ahí, un escenario nuevo. El más indeseado. Otra montaña que escalar para un equipo que encadena sobreesfuerzos en cada partido y lleva compitiendo muchas semanas con lo justo. Tocaba recomponerse en el vestuario y Pablo Sanz ordenó un triple cambio. Fernando, Rakitic y Rafa Mir, quien pasó desapercibido en la primera parte, dejaron su sitio a Óliver Torres, Papu Gómez e Iván Romero , que se lastimó el hombro derecho en un choque con Araujo. Al Sevilla, primero con tres centrales y luego de nuevo con línea de cuatro atrás para que Ocampos se situara más cerca de la portería, le costaba hacer daño de verdad al Celta. Incluso Diego Carlos cortó un balón providencial en un dos contra uno con marchamo de 0-3. Entonces emergió Papu Gómez, imperial como motor del equipo, largando un trallazo con la izquierda a la escuadra de Dituro. Quedaban veinte minutos y ese gol fue la chispa que revolucionó al Sevilla.

Tal vez sea verdad que el fútbol es un estado de ánimo, que la mente lo puede todo, incluso cuando la energía escasea. El Sevilla se levantó. No quería perder. Se negaba a caer . No estaba dispuesto a rendirse. Adelantó líneas, encerró al Celta y muchos jugadores ocuparon espacios diferentes para abrir otras vías de ataque. Solo pasaron cuatro minutos desde el 1-2 hasta el 2-2. Un centro de Papu Gómez le cayó a Óliver Torres, que de un certero punterazo obró la igualada.

El partido había virado 180 grados y Nervión vibraba. El Sevilla creía, hostigaba a su rival y rozó el 3-2 en un cabezazo de Óliver que repelió el palo a diez minutos del final de un encuentro con múltiples lecturas. Debió ganarlo el Sevilla, pero es que lo tuvo perdido, casi lo remonta y al final se quedó en tablas. Mal menor . Un punto más para un equipo que se alió de nuevo con la heroica en una fase complicadísima de la temporada. Solo catorce jugadores del primer plantel oficiaron ante el Celta. Hasta el 5 de febrero hay tiempo para descansar, vaciar la enfermería y fichar. Falta hace.