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Lille - Sevilla: Dos finales en el Sánchez-Pizjuán (0-0)

El Sevilla, al que sólo le faltó el gol, se jugará sus opciones de clasificación a los octavos de la Champions en Nervión

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Roberto Arrocha

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En el debate tan estéril como antiguo de qué es jugar bien, la madre de todas las conclusiones apunta al mismo camino: lo único que importa es ganar. Y ayer el Sevilla no lo hizo. Lo tuvo todo a favor. Desde el mejor juego hasta ... las mejores ocasiones. Desde la presión constante hasta el control en los movimientos de contención. El Sevilla jugó con armonía, dirán algunos. Y sí. Hubo control y chispa. Pero no ganó. Bilardo, si hubiera visto el encuentro, estaría enfadado. Seguro que Monchi, bilardista confeso, debe hoy aún estar pensando que el partido de Francia debió ser sevillista. Exceptuando los cinco primeros minutos, en los que los locales apretaron como respuesta al júbilo de su afición, el resto del duelo fue cosa de los hombres de Lopetegui. Futbolistas como Suso y Ocampos, venidos a menos en los últimos partidos, asumieron el protagonismo y lo hicieron emprendiendo un alto ritmo competitivo. También Óliver Torres, más preciso en los pases que en Vigo, y desde el centro, acudió a la llamada de ataque de un Lopetegui que no paró de desgañitarse durante todo el encuentro desde su zona en el banquillo.

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