Getafe - Sevilla: ...Y menos mal que era el Getafe (2-0)
La derrota de un Sevilla infame en juego y en actitud deja en una situación comprometida a Sampaoli
Getafe - Sevilla, las notas de los jugadores: ¡qué forma de meterse en líos!
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Iniciar sesiónLo mejor del partido del Sevilla es que era contra el Getafe. Contra un Getafe plagado de bajas, además. Porque si llegan a jugar los de Sampaoli contra un equipo potente en lugar de contra uno moribundo, el equipo de Nervión hubiera vuelto a casa ... con una goleada tan sonrojante como la del Metropolitano. La insolvencia que mostró el club blanco en el Coliseum Alfonso Pérez Muñoz fue desoladora: ni juego, ni actitud, ni orgullo... Ni diligencia en el banquillo. Porque el histriónico entrenador argentino ha desorientado con sus excentricidades tácticas a unos jugadores que parecen haber perdido absolutamente la fe en su técnico. Este Sevilla solo ofrece algún rasgo de carácter competitivo bajo la presión del Sánchez-Pizjuán o con la motivación de la Europa League; fuera de estos oasis, el encefalograma del equipo no registra actividad alguna.
Ambos contendientes comparecían con graves ausencias defensivas. Al Getafe le faltaban Domingos Duarte y Alderete, por sanción, y al Sevilla su habitual relación de centrales lisiados. En el once inicial estaba anunciado Nianzou, pero a última hora se sentó en el banquillo, no se sabe si por molestias o por una de las habituales enajenaciones mentales transitorias de Sampaoli, un entrenador que parece tener incluida en su contrato una cláusula que le obliga a perpetrar una extravagancia en cada partido. La de ayer consistió en salir sin delantero, se supone que apostando por un falso 9. Y tan falso, como se comprobó en las contadas internadas por las bandas de Navas y Bryan Gil que finalizaban sin que apareciera nadie al remate.
El partido se pudo poner muy cuesta arriba cuando nadie había roto a sudar, porque a los 24 segundos Bono se hizo un lío con la pelota y estuvo a punto de regalar el gol a Enes Ünai. El turco llegó a arrebatar el balón al portero, pero cuando estaba a puerta vacía se le fue el control unos centímetros que permitieron a Gudelj despejar a córner.
Con el Sevilla sin delanteros y el Getafe sin fútbol, la primera parte ofreció un sopor que debería estar castigado en el Código Penal. Ambos equipos se enfrascaron en un pulso tenaz por demostrar quién acreditaba más condiciones para la pérdida de categoría. A falta de fútbol, los espectadores pudieron distraerse con el pique entre Damián y Acuña, que se repartieron puyazos como dos cuñados en la cena de Navidad.
En el minuto 38 una pérdida de Pape Gueye permitió a Borja Mayoral dejar a Munir completamente solo ante Bono, pero el delantero falló cuando todo el estadio -bueno, el campo de futbol- celebraba el tanto. Unos minutos después Jordán, que se había cargado con una amarilla en una entrada absurda, enchufó un buen remate que salió rozando la escuadra de David Soria, otro con pasado en el Sánchez-Pizjuán.
El partido era digno de devolver el dinero de la entrada a los aficionados, pero a Sampaoli no debió desagradarle demasiado, porque en el descanso no efectuó cambio alguno. A los cinco minutos de la segunda parte, fue Munir quien le hizo cambiar de opinión: un error garrafal de Jordán, que rifó sin mirar un balón en el borde del área permitió al delantero hispano-marroquí rematar a placer en el área.
Con el 1-0, En-Nesyri, Suso y Rakitic salieron al rescate de un equipo que naufragaba sin remisión. El Sevilla volvía a un esquema más reconocible, y se estiró algo más en busca del gol. Frisaba la hora de juego cuando los blancos tuvieron sus dos primeras ocasiones claras del encuentro, un tiro lejano de Telles y, sobre todo, una gran asistencia de Navas a En-Nesyri que el marroquí desperdició incomprensiblemente.
El Sevilla se fue haciendo con el control, pero más por incomparecencia de los anfitriones que por el empuje de los blancos. Sampaoli metió a Montiel por Telles y alteró la línea de cinco atrás para dar con el argentino mayor proyección ofensiva. Con todo, el peligro (es un decir) solo llegaba con tiros lejanos, una suerte que probaron los dos artilleros de larga distancia más solventes, Gudelj y Rakitic.
Lo más lamentable era que los minutos pasaban sin que el Sevilla pareciera estar alarmado por el resultado, como si el club transitara despreocupadamente por la zona desahogada de la tabla. Salvo algún conato de orgullo de Acuña y Navas, parecía que aquello no iba con los jugadores de blanco.
La última jugada del partido definió el estado del equipo: a un minuto del final, el Sevilla controlaba un balón con parsimonia en el campo del Getafe sin saber qué hacer. Ni un desmarque, ni un intento de buscar la puerta, como si esperasen el pitido final de Mateu Lahoz. Tras la previsible pérdida, el Getafe montó una contra en la que los defensas defendieron con la mirada para que Ünes Unai anotase el segundo tanto como si fuera un entrenamiento de su equipo. Un verdadero desastre.
Lo peor del Sevilla no es (sólo) el mal juego, sino la falta de ilusión que proyecta. No es un equipo, sino un grupo de jugadores sin dirección. El divorcio en el vestuario se huele desde lejos, y la situación, con la primavera ya en los naranjos, no admite esperas ni soluciones a largo plazo.
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