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Celta - Sevilla: ¿A qué juega el Sevilla? (1-1)
Sampaoli rectifica en el descanso y rescata un punto, pero el equipo sigue como cuando paró la Liga: sin patrón, sin solidez, sin gol y en puesto de descenso
Celta-Sevilla: resumen, resultado y goles
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Iniciar sesiónLa reanudación de la Liga no ha cambiado un ápice el panorama del Sevilla. Bueno, sí, ya no se le paga el sueldo a Isco . En lo demás, las señales de recuperación no aparecen, lo que empieza a ser ya preocupante para los ... intereses del cuadro de Nervión, metido y desnortado en medio de la tormenta perfecta. Está desestabilizado en lo institucional, y mucho, sí, pero también en lo físico y especialmente en lo táctico. Tanto que cabe preguntarse a qué juega este equipo, que no hace tanto que deslumbraba y hasta inquietaba a los pesos pesados con un padrenuestro indiscutible. Casi nada, nada, incluso, queda de aquello. Jorge Sampaoli se empeña en plantear una estrategia y un juego que difícilmente encaja con la plantilla que tiene, decadente y con condiciones más que discutibles para jugar con la velocidad y tensión que el americano exige. (Cambiemos mejor el término 'americano' por 'suramericano', que no está la cuestión accionarial en la entidad para malos entendidos). Y además, comete errores como el de la noche de este viernes en Balaídos, donde dispuso un once desconectado, descosido , con dos delanteros que fueron simples islotes a kilómetros de distancia de un centro del campo sin capacidad de generación alguna.
Empeñarse en llevar la iniciativa sin elementos para ello lleva al caos, y así fue frente al Celta al menos durante una primera parte nefasta, por momentos ridícula , que mostró sin falsos ropajes las carencias sevillistas frente al cuarto por la cola de la tabla; al que no logra adelantar tras un empate rescatado en una acción puntual rematada por un defensa. Sólo así encontró el acierto. Pero sin muchos más argumentos que balones laterales colgados y un par de disparos lejanos. Es evidente que hacen falta refuerzos, aunque podría decirse que con los hombres que hay en el campo también se puede hacer más. El peso de las 'circunstancias' en el actual equipo sevillista es enorme, de acuerdo; un verdadero mundo en las espaldas de Atlas, que camina torcido y alejado del brío de los últimos años. Se notan en cada gesto, en cada partido, en cada alineación, que debe confeccionarse como el que restaura una pieza de porcelana china. El técnico tiene lo que tiene, trece futbolistas de la primera plantilla para competir y una zaga en cuadro, pero no debe convertirse esto en excusa única y sagrada que todo lo explique y justifique . Verse superado por el Celta tantos minutos debe dar pie a la reflexión. Para la cita viguesa montó Sampaoli una alineación muy parapetada, con la gran novedad del recuperado Fernando como pivote defensivo delante de un trío de centrales que empieza a consolidarse por necesidades del guion, con la pareja de canteranos de José Ángel y Salas escoltando a Gudelj. Abiertos en los costados, Navas y Acuña tras su periplo en Qatar para formar su ya habitual 5-3-2 con Mir y En-Nesyri arriba como monolitos a años luz del balón. Todos los mundialistas, sobre el césped, por cierto, y no junto al banquillo vestidos de calle.
No está la situación para ahorrarse nada. Las urgencias eran, son, colosales, mucho más si se tiene en cuenta que el oponente estaba en la misma zona de terror de la clasificación por la que los sevillistas deambulan. Y en la intensidad y la iniciativa se notó en el primer tramo del duelo, con las líneas avanzadas, las bandas muy profundas y el apoyo de Gudelj al ataque cuando los celestes más se aculaban. Con eso ganaba el Sevilla un mediocampista más, pero asumía más riesgos en los contragolpes liderados por la vieja y la nueva joya de la cantera gallega, Aspas y el talentoso niño Veiga, respectivamente. Al segundo lo hizo internacional la zaga sevillana en un rato, en cuanto comenzó a frustrarse ese intento de unir los dos bloques en que estaba roto el equipo. Una de esas llegadas rápidas de los locales provocó que un central, José Ángel, se cargara muy pronto con una amarilla por falta a Cervi. A los diez minutos. Mal asunto. Porque a los veinte, de hecho, le perdonó el árbitro la segunda en una entrada a destiempo que tenía que haber dejado a los de Nervión con un menos . No lo echó el trencilla hasta el minuto 85, de hecho, por otro entradón. Una hora de regalo. El enojo de los célticos se convirtió ya en protesta airada cinco minutos después por una clarísima mano en su área de Rafa Mir , que con la extremidad despegada desvió el esférico impidiendo que llegara a un atacante rival. Expulsión y penalti en contra perdonados en cinco minutos.
Con todo, los nervios por esas acciones y la propia inoperancia de un planteamiento errático fue diluyendo la escasa solidez que había presentado de arranque el Sevilla e instauró un verdadero desquiciamiento general que sólo podía acabar de una forma, con el gol que abrió el marcador en el minuto 32 en un desmarque de Veiga a la espalda de los centrales tras un pase en profundidad de Aspas que el chaval transformó en tanto con una buena vaselina imposible para Bono. Fruta madura. El equipo blanco pasó de la falta de fluidez sencillamente al desastre , con las líneas rotas y achicando agua atrás con cada embestida gallega hasta que se pitó el paréntesis para alivio evidente.
Tres minutos de fulgor
El entrenador sevillista quiso arreglar el desaguisado corrigiéndose a sí mismo tras el descanso e introduciendo a Lamela por un inédito En-Nesyri . Jugar con dos puntas absolutamente aislados por la falta de fútbol del espacio de creación no parecía una solución acertada. Meter a uno más en la zona ancha dio resultados pronto, porque de Lamela surgió precisamente el reencuentro con el partido con tres minutos de verdadero fulgor. Un zurdazo de volea suyo a pase de Acuña desde la línea de fondo fue despejado por Marchesin a córner y ese saque de esquina se acabó convirtiendo en el empate merced a un impecable cabezazo del defensa canterano Salas , imponiéndose por arriba sin discusión para abrir los cielos a los sevillistas emulando a su tocayo Marcelo, aquel chileno letal. Con un par de ráfagas, como en Mallorca, como en Heliópolis, el Sevilla se enganchaba. Destellos e inconstancia. Con eso no se va a muchos sitios.
La igualada elevó el tono global y llevó al Sevilla a buscar más la puerta contraria con acciones de Acuña y Óliver Torres, que en el 66 perdonó el gol con un zurdazo alto cuando la empalaba solo. Como le salió bien el asunto de quitar a un punta, Sampaoli retiró al otro, Mir, y metió en su sitio a Suso para terminar ya de jugar definitivamente al despiste y sin un nueve claro para desajustar a los zagueros celtiñas, pero parece obvio que al conjunto hispalense le falta un patrón de juego, un esquema claro, una idea definida. Sólo se enganchó al partido con acciones aisladas y balones colgados, muy poco para lo que se presume que debe ser el ideario el actual responsable del banquillo. De hecho, el tramo final del choque volvió a ser un acoso local, aunque con más ganas que calidad, que a punto estuvo de costarle un disgusto mayor a un Sevilla que sigue como cuando la Liga se detuvo: sin patrón, sin solidez, sin gol y en puesto de descenso. Se acabó el año maldito . ¿Pero hay algún atisbo de que el 2023 vaya a ser mejor?
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