El Tercer Tiempo
Alma de blues
El Sevilla moribundo escribe de forma lenta y dolorosa su propia esquela en esta temporada. El Cholo nunca hubiera imaginado una tarta mejor
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Iniciar sesiónEstaba el Atleti de celebración, y el Sevilla comparecía como invitado. Pero al final fue como esas historias de exploradores recibidos por tribus caníbales: todo va muy bien hasta la hora de la cena, cuando descubren, demasiado tarde, que la cena son ellos. Ayer el ... Sevilla fue la tarta para la conmemoración del récord del Cholo como entrenador colchonero, 613 partidos, ahí es nada. Por eso la tarta tenía que estar a la altura. Y vaya si lo estuvo: tarta de seis pisos, que fueron los seis goles que encajó el Sevilla.
Resulta tremendamente cruel la asimetría entre Simeone y Sampaoli, dos entrenadores que aparentemente defienden un concepto parecido de juego. Pero la comparación solo invita a la lástima y al chiste. Hay uno muy apropiado para el caso, muy propio de memes: Simeone es lo que pides y Sampaoli lo que te llega por Aliexpress.
Se había puesto guapo Simeone, todo de negro, como suele, pero la celebración le sentaba bien. Con su corbata y su camisa negra, parecía el mismísimo Johnny Cash, entonando por ejemplo el Folsom Prison Blues. «Pero le disparé a un hombre en Reno / sólo para verlo morir», cantaba el de Arkansas, unos versos muy al pelo para definir la saña con la que el Atlético de Madrid se aplicó en su paliza al Sevilla.
Era noche de blues. Noche de cantar llorando de cara a la luna. Memphis Depay estrenaba titularidad, después de su periodo deslucido en el Barcelona. Le regaló su blues al Cholo, en forma de un gol y un golazo a la escuadra antes de que se cumpliese la media hora de partido. Y de este modo, el Sevilla se quedó atrapado en el blues de Memphis, como cantaba, versionando a Bob Dylan, el sevillano adoptivo Kiko Veneno, para más crueldad furibundo verdiblanco.
Se atribuye a la cantante negra Ma Rainey, considerada la madre del género, aquella frase de que los blancos no entienden el blues. No cantas, dijo Ma, para sentirte mejor, cantas porque así entiendes la vida.
En el Sevilla, el único que entendió el concierto de anoche fue un negro. Un inmenso jugador llamado Papé Gueye, que cantó con su voz más profunda y triste desde los campos de algodón, desde la oscuridad de la mina, desde las destartaladas chabolas de la orilla del Misisipí. Es el único que verdaderamente sufrió y creyó, hasta el punto de que su cántico se convirtió en un góspel espiritual. Su lucha por el balón que permitió la asistencia que En-Nesyri transformó en el único gol del Sevilla fue un verdadero acto de fe. Pura espiritualidad furiosa del que cree cuando nadie cree. Tras la asistencia, se estrelló contra una de las vallas del fondo del campo como un caballo salvaje que tropieza con sus propias extremidades. Siguió teniendo fe todo el tiempo, incluso cuando Griezmann y más tarde Carrasco fueron incrementando la goleada. Y con un 4 a 1 en contra todavía tuvo oportunidad de provocar un penalti. Es difícil, por cierto, ver a Rakitic, todo un especialista, fallar uno. Sobre todo, cuando lo más difícil, engañar a un portero como Oblak, está hecho. El balón se estrelló contra el palo, metáfora poco sutil pero efectiva de la dinámica del encuentro por parte del Sevilla, quien poco minutos antes, en la persona de Suso, había fallado un gol casi hecho. Pero estos blancos, Ma, no entienden el blues. Sólo Papé Gueye lo entendió, lo sufrió como nadie, y lo hizo hasta el final, llevándose una segunda amarilla totalmente injusta que lo condujo a la calle en el minuto 80.
Para entonces, mientras Gueye abandonaba solitario el terreno de juego en dirección a los vestuarios, la grada estaba saciada y feliz; celebraban su estómago lleno haciendo la ola. Pero todavía les cabía más alimento, como certificó Morata con su segundo gol, el sexto para el Atleti, en el tiempo de descuento.
Alma de blues, que cantaban a finales de los 80 los Presuntos Implicados, en memoria de Billie Holiday. Almas en pena, las de este Sevilla moribundo que huele a balada triste de trompeta y epitafio. Estamos cantando blues, estamos escribiendo una esquela.
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