EL TERCER TIEMPO
Sin sangre
En la tostada de ayer en Mendizorroza, el Sevilla fue pura mantequilla derretida
Vuelta a las andadas de un Sevilla inquietante (2-1)
Sevilla
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Iniciar sesiónLo primero que hice anoche al terminar el partido fue sacar la mantequilla del frigorífico. Cuando intentas untar la mantequilla cuando está dura, es habitual que el pan acabe despedazado. Dejándola toda la noche fuera, después es muy sencilla de untar: está blanda y maleable.
Fue el juego del Sevilla lo que me recordó lo de sacar la mantequilla. Porque en la tostada de ayer contra el Alavés, el equipo de García Pimienta sacó su versión mantequillera más derretida. Casi todo lo que el Sevilla ofreció en Mendizorroza fue lamentable, pobre, penoso. Pero, sobre todo, lento.
El escritor italiano Curzio Malaparte alcanzó la gloria literaria con dos obras maestras sobre sus experiencias como reportero de guerra: Kaputt y La piel. Pero tiene un libro bastante anterior que está dedicado a la sangre. Se llama así, Sangre, y compendia distintas visiones sobre lo que representa la sangre para los pueblos. «Entre todas las leyes que el hombre se siente impulsado por naturaleza a obedecer -dice Malaparte-, la más misteriosa y la más severa es la de la sangre».
Ayer el Sevilla compitió, por decir algo, con su nueva elástica roja. La nueva camiseta tiene un tono rojo muy sanguíneo. El de la sangre es el color del Sevilla. Pero en este Sevilla, lo que menos se ve es sangre. Al contrario que las últimas temporadas, el equipo de Nervión es ahora un equipo joven. Sorprende que siendo tan joven tenga a la vez tan poca sangre, y sea un equipo tan dolorosamente lento. Eso sí, seguimos petándolo con lo de la posesión. Pero la posesión, mal enfocada, no gana partidos, más bien los hace lentos como el demonio. Cuando enfrente tienes a un equipo con la verticalidad y la rapidez del Alavés, la sensación es la de jugar a cámara lenta.
Uno de los escritores más célebres de Vitoria, la ciudad del Alavés, es Ignacio Aldecoa, gran maestro del relato corto y autor de algunas novelas muy estimables. El fulgor y la sangre no es precisamente de las mejores, pero el título le viene al pelo al partido que planteó ayer el equipo de la ciudad que lo vio nacer. Porque el Alavés fue un equipo fulgurante, explosivo. Un equipo, al contrario del Sevilla, con sangre, rápido, nervioso, eficaz.
En el Sevilla la única sangre que se vio fue la de Lukebakio. El problema es que la rapidez individual es inútil cuando, al levantar la vista, estas rodeado de lentos. Son carreras por la banda que siempre acaban en la frustración. Salvo que, como fue ayer el caso, tires de genio individual y encares a puerta. El gol del belga maquilló ligeramente la blandura de la mantequilla. Y en los últimos minutos, pareció incluso que el Sevilla recuperaba los latidos. Pero además de lentitud, hay un problema de descoordinación, de falta de comunicación, de entendimiento entre los jugadores, que hace imposible la eficacia.
La retórica del juego de pases necesita una adecuada ortografía y una eficiente sintaxis. El Sevilla está abonado a esa retórica, pero los jugadores no saben escribirla. La mayor parte de los pases que perpetra el equipo están deficientemente ejecutados. Y esto no ocurre solo en la defensa, que es de absoluto chiste. También en el medio campo y en la zona de ataque. En conjunto, la sensación para el aficionado es que falta entrenamiento, que no hay horas de trabajo detrás, que no se ha leído lo suficiente. Particularmente, en el caso de Iheanacho, resulta incomprensible que un jugador en semejantes condiciones compita en un club de Primera División.
«La dignidad humana -afirma Malaparte- consiste, no ya en la categoría y en las propiedades de nuestro grupo sanguíneo, sino en el modo en que nuestra conciencia reacciona ante la fuerza misteriosa de nuestra sangre». Este Sevilla no tiene sangre, y los pocos que la tienen no pueden hacer nada, porque recuperar la dignidad es un trabajo de todo el equipo. Urgen soluciones.
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