Barcelona - Sevilla
Ni Ramos escapa a la maldición de Barcelona
El Sevilla cae de forma cruel, con gol en propia puerta del central internacional (1-0), en un partido muy serio defensivamente. Ya son 21 años sin ganar como visitante en terreno culé
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Iniciar sesiónEntre el Estadio Olímpico de Montjuic y el Palau Sant Jordi apenas hay sesenta metros. Setenta, todo lo más. El ancho de un terreno de juego. La noche de este viernes jugaba en el primero de los recintos el Sevilla frente al Barcelona y ... al otro lado de la calle sonaba desde dentro del polideportivo Joaquín Sabina en su concierto en la Ciudad Condal. Quizás por efecto contagio, el partido llegó envuelto en un ambiente entre ambos clubes de ruptura de relaciones y de desgarro sentimental recurrente en muchos de los temas del maestro de Úbeda. Ya no te quiero. Ni yo a ti. La culpa no es tuya sino de Negreira. No eres tú, soy yo. Ruido. Tanto, tanto ruido. Perturbaciones que acrecentaron la tensión del encuentro pero no el sino, la histórica fatalidad sevillista en terreno azulgrana. Ni el ambiente bélico ni el sonado y anunciado divorcio lograron alterar un destino que empieza a parecer marcado: va a hacer 21 años que el club de Nervión no gana como visitante a los culés. La cifra lo dice casi todo.
Esta vez, además, no es que cayera derrotado por la mínima sino que encima lo hizo con crueldad casi estudiada, malvada, y rompiendo hasta el halo ganador de una de las nuevas banderas blancas, la de Sergio Ramos. El camero ha disputado ya nada menos que 48 partidos contra el Barcelona, muchos de ellos exitosos, hasta gloriosos, y en esta ocasión estuvo incluso notable, pero a falta de un cuarto de hora esa mala fortuna que acompaña al que ahora es su equipo en la visita anual al campo del Barça se cebó con él y provocó que anotara en propia puerta y con tremendo infortunio el tanto que acabó decantando el partido y colocando a los de Xavi Hernández como líderes. Pese a la seriedad mostrada y el gran rigor defensivo, el equipo de José Luis Mendilibar se viene de vacío una vez más.
Sí puede decirse que, pese a no lograr puntuar, algo sólido y eficaz parece estar construyendo Mendilibar. Frente a la poderosa maquinaria blaugrana, el vizcaíno innovó. Y bastante. No sólo en el eje, dando entrada a Jordán al lado de Sow (decisión que no puede considerarse precisamente acertada), sino colocando como delantero a Lukebakio, que llegaba con el viento a favor de su exhibición frente al Almería. Como el mismo técnico explicó, le había dado 'un siroco' y sorprendió con el belga haciendo de En-Nesyri. Pero estaba claro que ante un enemigo como ese, gran parte de la tostada iba a estar en el trabajo de presión y contención, en la capacidad de reducir espacios y alternativas de ataque a un rival que iba con todo lo que tiene y que, además, tiene dos costados de enorme profundidad con Cancelo y Balde. Por los dos carriles llegó, de hecho, la mayor parte del peligro local con las internadas primero del zurdo y luego del luso, que en el minuto 21 sirvió un gol medio hecho a su compatriota Joao Félix que éste mandó de un potente derechazo al larguero. Pero la resistencia y el orden sevillista, con Ramos liderando la toma de posiciones y el terreno ganado, fueron dando sus frutos y el Barça comenzó a perder la pelota sobre la media hora en paralelo al crecimiento de Lukebakio. Que no sólo llegaba bien a puerta sino que se dejaba caer a la banda izquierda para distribuir juego y permitir las entradas de Lamela y Ocampos. Poco a poco, empezó a estar en todas partes.
Bien asentado, el Sevilla pasó a controlar mucho más el esférico, especialmente tras la lesión en el minuto 35 de Raphinha, uno de los principales argumentos del equipo de Xavi para sostener la posesión en el centro del campo. Su sustituto, Fermín, asustó nada más entrar con un zurdazo tras un gran giro que detuvo Nyland. Pero fue un caso aislado. Los blancos acabaron la primera parte cercando el área culé y con la sensación palpable de que había sujetado a su oponente en primera instancia y después le había empezado a golpear. El Barcelona sólo funcionaba a arreones, aunque no tanto por una labor de desgaste de los mediocampistas sevillistas sino por la seguridad de sus dos centrales y la enorme movilidad de Lukebakio, que exigió mucha atención a la retaguardia azulgrana.
Cada vez más atrás
El partido podía romper por cualquier parte, aunque el arranque de la segunda parte ya apuntaba a una variación sensible y a acoso barcelonista más que a otra cosa. Los de casa abusaban de los centros desde la banda, fáciles de defender por los poderosos centrales sevillistas, concentradísimos, rápidos, con lo que optaron por dinamitar el orden del equipo de Mendilibar a base de movimientos al espacio, desdobles y el talento bestial de Yamal. El Sevilla fue aculándose inexorablemente mientras se terminaba de diluir el doble pivote, de ahí que entrase Fernando por un insustancial Sow. En esa zona ancha, Fermín terminaba por erigirse en brillante distribuidor del juego local. Pero el gol que acabó definiendo la noche llegó de manera absolutamente paradójica, con un cabezazo al área pequeña de Yamal que Sergio Ramos rebañó sin querer hacia su propia portería lejos del alcance de su portero. El gran capitán madridista daba el triunfo al Barça. Que estaba ya apretando de lo lindo, sí, cierto, pero las maneras fueron crueles. El peso de una maldición bíblica.
Metió cuatro cambios en dos ventanas entonces el Sevilla, con Navas y Acuña para entrar por los costados y Suso moviendo balones entre líneas y volviendo a generar peligro de verdad. No cayó al suelo el equipo de Nervión ni mucho menos con el gol en contra, pero apenas le quedó margen para un par de llegadas que los rivales defendieron como pudieron, pero manteniendo su meta inmaculada. Quizás de manera injusta, pero así parece estar diseñada la ventura del equipo con el Barcelona enfrente como local. La sensación que quedaba es que el mal fario sigue pesando como una canción mal terminada y que podían haber seguido jugando, sin que el marcador variara, 19 días. Y 500 noches.
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