Murieron con las botas puestas

Después de ver al Atlético de Madrid palmar contra el Cádiz, viajamos a Almería con el yuyu metido en el cuerpo. En la ida, todavía con Mendi a los mandos, el Almería fue uno de los pocos equipos a los que hemos goleado en esta temporada. Pero ayer, en la vuelta, volvíamos a encontrarnos con la sensación de que podíamos conceder al equipo de Garitano su primer triunfo liguero.

El Power Horse Stadium se convirtió en un duelo de pistoleros. En las películas del 'far west', la clave para ganar un duelo es ser más rápido que el contrario al sacar el revólver. Y si hubo algo en el partido de anoche, eso fue rapidez: los contraataques iban y venían, y al final el más rápido fue el Almería, para conseguir el primer gol en el minuto 37. Hasta el minuto 80, la película tuvo un nombre de western clásico: Hasta que llegó su hora. Porque todo parecía propicio para que, por fin, precisamente contra el Sevilla, hubiera llegado la hora del primer triunfo liguero de los de Garitano.

La rapidez prevaleció durante todo el partido. Y los contragolpes se sucedían. Fue un partido generoso en disparos: más de treinta tiros en total. Cuando hay tanto intercambio de balas, alguna puede acabar haciendo sangre. Isaac Romero fue el pistolero más tenaz. Pero su Colt 45 abarrotaba de muescas el campo sin tocar cuerpo. Ante semejante intercambio, fue decisiva la entrada de un pistolero al que el Almería ya conocía del primer cruce liguero: Lukebakio, Lucky Luke, bang, bang, el más valeroso cowboy del Oeste, uno de los más brillantes artífices del 5 a 1 con el que saldamos la ida en Nervión. Salió en el 70, junto a Gudelj, dos felices recuperaciones, y diez minutos después, bang, bang, consiguió descerrajar con su Winchester 73 el tiro letal que supuso el gol del empate. Pocos minutos después, en un córner tirado por Suso, la portería de Maximiano se convirtió en una suerte de pelea de borrachos en un 'saloon'. Hasta Sergio Ramos acabó en el suelo, y saltando para evitar despejar el balón que Ocampos hundió de forma nada ortodoxa en el fondo de la portería. Corría el minuto 85, y el duelo en OK Corral ponía al Sevilla por delante. De repente, el título del western había cambiado. Ahora se llamaba Sin perdón.

Pero la película de Clint Eastwood pertenece al género crepuscular. Y el partido de ayer era más propio de un western sangriento y asalvajado, a lo Sam Peckinpah. Todo resultaba tan salvaje y precipitado que en poco tiempo las cosas podían cambiar. Lo hicieron: en el 94, el Almería empataba el partido. Pero los rifles del Sevilla aún tenían balas. Lástima que en la última jugada de peligro para los de Quique Sánchez Flores, a Luckybakio se le encasquilló el Winchester: cabeceó de pena un centro de Acuña que podría haberse convertido en el gol del triunfo.

Es lastimoso empatar contra el colista de la liga, pero duele un poco menos cuando el duelo resulta tan entretenido. El Almería es un equipo cadavérico, que se encamina hacia la muerte inevitable, pero desde luego anoche murieron con las botas puestas. La muerte tenía un precio, y los de Garitano se lo hicieron pagar al Sevilla, que ayer perdonó demasiado. El próximo domingo, contra el Celta en casa, esperamos Centauros en el desierto.