El mapa y el territorio

En esta temporada de LaLiga, el Sevilla también es Jordan, pero no el Jordan de la Europa League, sino el que luchaba por la salvación. El choque de ayer frente al Mallorca contenía toda la pimienta propia de dos equipos que forcejean al borde del abismo.

Quique Sánchez Flores decidió ayer cortarse la barba, y nadie supo muy bien si eso era bueno o era malo. Cortarse la barba, en todo caso, siempre implica cierta proporción de optimismo, cierta disposición al cambio, se supone que a mejor. Empezó el juego y durante toda la primera parte, sin embargo, no pareció que el afeitado hubiera surtido efecto alguno en el Sevilla.

A los dos minutos, Sergio Ramos y Muriqi chocaron sus cabezas en el aire y se miraron con desafío. Parecían dos animales olisqueándose, defendiendo su territorio. La territorialidad en el fútbol es importante. Y cuando en tu territorio no acaban de salirte las cosas, es fácil caer en la exasperación. El Sánchez-Pizjuán, territorio del Sevilla, no es lo que ha venido siendo en las últimas temporadas. Los de Quique Sánchez Flores llevaban bastantes semanas sin ganar en Nervión. Todo territorio necesita su mapa, pero a veces el mapa se pierde y reina la desorientación. En el primer tiempo contra el Mallorca, el Sevilla jugaba sin mapa. El Mallorca, en cambio, no dejaba de consultarlo. Y solo la territorialidad de Sergio Ramos, en el minuto 28, evitó que un gol que parecía cantado de Muriqi acabara en el fondo de la red.

Sin mapa no hay tesoro. No hay quien encuentre el cofre de la fortuna. Por eso, quizá, hacia el final de la primera parte, Isaac Romero volvió a tener mala fortuna en la opción más clara del Sevilla en el primer tiempo. Podría habérsela pasado a En-Nesyri. La dupla que tan buenas sensaciones nos dio en otros encuentros parecía desdibujarse. ¿Y si se les rompió el amor?

En el segundo tiempo, de repente, un movimiento de banquillo lo cambió todo. En la isla seguía el tesoro, pero resulta que el mapa lo tenía Suso, nuestro John Silver, que de repente transformó al Sevilla en otro equipo. Porque aportó toda la creatividad que el equipo necesitaba. El pase a En-Nesyri para su gol en el minuto 61 fue hermoso. Además de, probablemente, injusto para el Mallorca. Hay que ser honestos: no merecíamos ir ganando a tenor del pésimo juego desplegado hasta entonces.

En el minuto 75 llegó la noticia más feliz para el sevillismo: por fin Isaac Romero, después de varias jornadas desafortunadas, vio el gol. Y lo vio, además, con tremenda fortuna, gracias a un rebote sobre un jugador rival. Pero fue bonito cómo En-Nesyri señaló la cabeza del lebrijano mientras miraba aprobatoriamente a la grada. Había que desmentir a La Más Grande: el amor no se ha roto, porque todavía no se ha usado lo suficiente. Si hubo desencuentro, si riñeron, todo está solucionado: los dos se han reconciliado, juntos, con el gol.

Las sensaciones, de cara al derbi, no son demasiado buenas, para qué engañarnos. Pero el colchón de puntos permitirá al menos al Sevilla concentrarse de lleno en esa otra liga incomparable y única que solo se juega en nuestra ciudad.