La mano de Caparrós deja todavía frío al Sevilla
El cambio de sistema del utrerano empobreció el juego del equipo, que sólo tuvo llegada con Suso en el campo y evidenció qué jugadores están enchufados
El mensaje de Joan Jordán tras su vuelta a Sevilla como adversario

Joaquín Caparrós aplicó en su debut con el Sevilla la receta que le ha llevado a dirigir más de 500 partidos en Primera división. Entra dentro de la lógica más común que un maestro no varíe su receta el primer día y trate ... de adaptar los medios de los que dispone al fin común. El entrenador calzó su equipo a su pizarra, algo desactualizada en el fútbol actual pese a que todo lo denominado obsoleto, en todas las disciplinas, vuelva a estar de moda en cuanto uno obtenga un resultado positivo con esa idea. Y no sólo por los dos delanteros de inicio, sino por ese juego directo tan clásico en la carrera del utrerano. Cero riesgos atrás. Balones de Nyland durante una hora buscando a los dos puntas, quienes precisamente no poseen un gran juego de espaldas, sin generar esa necesaria segunda jugada. Fue en una más elaborada cuando Peque inauguró el marcador, lo que no sirvió para sumar de tres. El Sevilla se está metiendo en el mayor lío vivido en los últimos años. Y depende de la mano de Joaquín Caparrós para que la temporada no finalice con un desastre mayúsculo.
Porque Caparrós no ha engañado a nadie. Ni en sus métodos, ni en su discurso. El club acudió al técnico que más veces lo ha dirigido en su historia buscando una solución mágica a sus males en la recta final de la temporada. Frenar la sangría de cuatro derrotas consecutivas con la experiencia de un técnico que llevaba más de dos años sin entrar en un vestuario, pero al que su sevillismo le puede y no iba a dejar a los suyos en la estacada a la primera llamada. Pocas personas tienen más conocimiento de qué es el Sevilla y cómo siente su afición. Sin embargo, a las sujetos que debe convencer con su fútbol están en la hierba y no en la grada, por lo que su labor debe calar en unos jugadores con las orejas bien abiertas, sobre todo aquellos que apenas habían tenido oportunidades con el cesado Pimienta.
No es de extrañar que tanto Suso como Peque hayan sacado pecho el primer día. El gaditano, con una segunda parte donde fue el motor del Sevilla desde el costado derecho. Pausaba o aceleraba la jugada con sus pases y conducciones. Incluso tuvo el tanto de la victoria en su pierna izquierda, pero pecó de energía, de emoción por verse en una situación franca que él siempre resuelve con un pase a la red. Su golpeo de empeine se llevó por los aires esa esperanza del sevillismo de obtener por fin un triunfo como local, algo que se le viene negando en todo el 2025, siendo ya el único club de todo el campeonato que no ha disfrutado con su gente de una victoria con el apoyo de sus aficionados. También se vio con otro talante a Peque. Más cómodo en zonas de remate, aunque saliese del área más que Isaac y en una zona de muchas piernas apenas obtuviese réditos ofensivos. Se le pide más. A Caparrós le gusta, pero necesita que sea más cuchillo, no sólo rematador.
Problemas defensivos
En defensa, pese a las pocas complicaciones, otro error no forzado, de falta de concentración en un saque de banda en el alargue del primer periodo, provocó el tanto del empate. En un duelo que sirvió para ver a Ramón Martínez menos nervioso que unos compañeros a los que el peso de la responsabilidad puede terminar de hundir. Algo parecido a esos mediocentros que no deseaban proponer juego y se dedicaban únicamente al choque, a vencer duelos divididos para sacar ventaja en una contra. También mira y mima el entrenador la calidad individual. La de Agoumé para soltarse de la cuerda del doble pivote defensivo y poner un centro de gol. O esa de Lukebakio para buscar los espacios, una vez que se colocó como delantero y tuvo dos apariciones -una muy clara- para decantar la balanza del encuentro. Esa misma libertad que le quitó a un Ejuke que no entendía cuál era su función en el encuentro y cómo debía ayudar a Pedrosa y sus compañeros en defensa. El técnico del Sevilla no perdona una. Prefiere gente que se suba a su barco con lealtad y de forma consciente. Sabiendo que la pelea hasta el final será durísima y sólo desde el compromiso colectivo se alcanzará ese objetivo impronunciable hasta no hace tanto: la permanencia.
El miedo del consejo de administración y del propio cuerpo técnico es que una nueva derrota en los dos próximos partidos rebaje el suflé de la llegada de Joaquín Caparrós a la nada más absoluta. Que desandar el camino de García Pimienta sea más contraproducente que insistir en él. Que el temor a un desastre bloquee a una plantilla poco acostumbrada a sufrir y donde el peso del escudo juega en este caso en contra de los sevillistas. Una situación que nadie deseaba y que ha llegado casi sin avisar. La mano de Caparrós en el primer día ha sido tibia. Un poco fría. Conoce la plantilla, no a los jugadores. El Sevilla necesita de su acierto. Más que nunca.
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