Sevilla FC
Mañana de pregón, tarde de dolores
Dolor, amargura y angustias: para el Sevilla ya ha acabado la Cuaresma, y se abraza a la penitencia
Volvió el bochorno a Nervión (1-2)
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Iniciar sesiónAmaneció un domingo esplendoroso en Sevilla, el domingo que cualquier cofrade desea para el Domingo de Pasión. La última semana de la Cuaresma tiene un aroma especial, especialmente si acompaña el tiempo y uno camina bajo los parterres de los naranjos aspirando el aroma del ... azahar. Es muy difícil que, al pasear por Sevilla, no te acabes contagiando de esa sensación de crepitante víspera que embadurna las calles, y cuando llega la una y pides una caña en el bar, al felicitarte por la belleza de la mañana, es muy posible que se apodere de ti el influjo del pregonero: qué bendita ciudad ésta, qué maravillosa suerte tenemos, qué fresquita que ponen aquí la cerveza. A las doce de la mañana, muchos bares retransmitían el pregón de Juan Miguel Vega, y en el entorno de Nervión los sevillistas más madrugadores habían decidido disfrutar de la previa del partido contra el Celta en clave cofrade. Salían de los bares bendecidos camino del estadio, deseando que la última semana de Cuaresma pasara volando. Existía esa posibilidad, pero muchos no esperábamos que la llegada del Viernes de Dolores se produjera casi sin transición, con una diferencia de pocas horas: mañana de pregón en el Maestranza, tarde de dolores en el Sánchez-Pizjuán.
El Viernes de Dolores se dedica a la Virgen María. La advocación es conocida como Nuestra Señora de los Dolores, pero también recibe los nombres de Virgen de la Amargura o Virgen de las Angustias. Dolor, amargura y angustias es lo que encontró el aficionado sevillista en el duelo contra el Celta de Vigo, en forma de una remontada con detalles de escarnio -madre mía el taconazo de Larsen- y con amagos de fea violencia -se te va la pinza, En-Nesyri.
En el Sánchez-Pizjuán, el pregón más meritorio fue el del Celta. Y eso que, en sus primeros tramos, especialmente durante el primer tiempo, todos reconocimos sus groseros errores de sintaxis. Fue uno de esos errores el que llevó a nuestro delantero marroquí a hacer el primer gol. Pero hubo bastantes más, que el Sevilla no supo aprovechar. El pregón del Sevilla en el primer tiempo solo lo salvó, de hecho, ese gol, porque resultó mediocre, anodino, y también con abundantes errores, en este caso sobre todo de vocabulario. Hasta ayer, la dupla de En-Nesyri e Isaac Romero había funcionado con precisión, pero en el partido contra el Celta parecían, definitivamente, hablar idiomas distintos. Isaac Romero fue, en este caso, quien se mostró más incomprensible, y también vocinglero, tirando demasiado de jugadas individuales en lugar de ser más generoso con su compañero. Entretanto, el pregón del Celta iba poco a poco ganando brillo. En el minuto 42, Aspas centró a Larsen con una jugada que pareció pura poesía, y que solo Nyland evitó que se convirtiera en obra maestra. La única lírica, ya en ese tramo del juego, la ponían los gallegos.
Nadie se comió el bocadillo del descanso a gusto. Porque el Sevilla no conmovía, ni emocionaba; su pregón no estaba a la altura. En el segundo tiempo, hasta el minuto 60, todo se convirtió en pirotecnia: numerosas ocasiones de uno y otro equipo. En las nuestras, siempre Isaac Romero; siempre fallando y chupando más de lo debido. Pero al final, la salida definitiva de tono no fue suya, sino de En-Nesyri, cuando, algo sorpresivamente, Quique Sánchez Flores lo sustituyó, junto con Ocampos. El patadón maleducado e insolente de nuestro delantero a la nevera de bebidas estaba del todo injustificada. Pero si para los sevillanos la Cuaresma es un tiempo único, para los musulmanes hacer el Ramadán en una ciudad como Sevilla debe resultar difícil. Ayer, además, era un día de bochorno. Resulta comprensible que el calor se te meta en la cabeza y acabes haciendo el idiota. Tanto como para, incluso, encararte con el propio entrenador, delante de todo el estadio y ante las cámaras de televisión.
Ayer todos queríamos lirismo. Pero solo Juan Miguel Vega estuvo a la altura. El del Sevilla fue un pregón vulgar, rampante, y, sobre todo, perdedor. Ojo porque el descenso sigue demasiado cerca.
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