El Tercer Tiempo
No le ganas ni al Leganés
El Sevilla está perdido en su propio trabalenguas. Esta Feria, toca bailar sevillanas de Rafael del Estad
Sevilla - Leganés: Este Sevilla huele fatal (2-2)
Sevilla - Las Palmas, en directo

Una de las evidencias más firmes del gen competitivo del Sevilla del siglo XXI era su capacidad para ganar finales. El cambio de rumbo de las últimas dos temporadas ha sido tan rotundo que ya hemos perdido del todo esta capacidad incluso en finales ... en la que, como ayer frente al Leganés, lo que nos jugábamos era la permanencia.
No le ganas ni al Leganés. Parece un trabalenguas de esos que aprendíamos de pequeños para domesticar la dicción, como aquel del perro de San Roque o ese otro de los tres tristes tigres. A mí me hacía gracia ese que decía: «El que poco coco come, poco coco compra. Como poco coco como, poco coco compro». Si hay algo que, desde pequeño, siempre asocié a la Feria de Sevilla, eso son los puestos de cocos. Solía insistirles a mis padres para que me compraran uno, y siempre acababa arrepintiéndome: la lengua se convertía en papel estraza, y era imposible digerir aquel áspero engrudo.
El Sevilla de ayer volvió a ser un trabalenguas, y también un pedazo de coco inmasticable, incapaz de ganarle a un virtualmente descendido, en el que, por cierto, los que más brillaron fueron precisamente los que en otro tiempo fueron sevillistas: Munir (autor del primer gol), Dmitrovic (coleccionista de paradas asombrosas que se le vieron poco por el Sánchez-Pizjuán) y, en menor medida, porque salió tarde, Óscar Rodríguez.
Llegamos al descanso empatados, y después de que diluviara hacia la mitad del primer tiempo, se levantó un viento desagradable, de esos que son capaces de barrer los farolillos del Real. Entonces sonaron sevillanas. Lo más increíble es que hubo hasta quien se arrancó a bailar. Eran sevillanas movidas, pero el cuerpo de los sevillistas estaba más bien para sevillanas tristes, alguna de Rafael del Estad, de esas que no deben escucharse teniendo cerca algún material punzante, o bien alguna dramática de los Ecos del Rocío: hermanos perdidos por la droga, pareja que te la pega con tu mejor amigo, el equipo de tu vida arrastrando el escudo por los suelos.
Dos minutos: eso es lo que, de momento, dura la alegría del Sevilla de Caparrós. Concretamente, los dos minutos que transcurrieron entre el gol de Isaac, que nos puso por delante en el marcador, y el gol de Javi Hernández, que volvió a colocar el partido en tablas. Doble alegría, eso sí, porque el gol de Isaac suponía por fin la curación de la enfermedad de la anemia anotadora del lebrijano y porque era un gol puramente caparrosiano, producto de cantera, a pase formidable de Juanlu. Lo que viene a durar una sevillana, con sus cuatro partes, siempre que sean rapiditas.
Eran precisamente de Lebrija las corraleras que dejaron para la posteridad feriante aquellas formidables sevillanas inmortalizadas por Carlos Saura en su célebre película. Que también tenían mucho de trabalenguas: «Cogía coles hecho un cojo, cojeando, ria pitá», decía la primera. La segunda hablaba de gatos negros. Al Sevilla lo ha mirado un cojo, y también se le han cruzado media docena de gatos negros, porque, con la cantidad de ocasiones que tuvo en la segunda mitad frente al Leganés, la cosa solo puede atribuirse al mal fario; a eso, y a la puñetera manopla de Dmitrovic.
El que más veces la tuvo fue Lukebakio, pero otra vez es el hombre solo ante el peligro, y ayer, además, con la pistola bastante encasquillada. Ha venido siendo, en los últimos partidos, el mejor jugador del Sevilla, junto con Nyland. Ayer, en cambio, el guardameta se había adelantado al lunes del Pescaíto; estaba ya allí, de hecho, en su caseta, tocando las palmas y bebiendo rebujito. Porque el primer gol fue una cantada propia de Peregil, pero en los minutos finales su mutis de la portería (¿qué narices hacía en medio del campo?) pudo acarrearnos una derrota que nos hubiera colocado en una situación aún más lastimosa.
Menos mal que ya huele a Feria. Así se alivia un poco este pestazo a podrido.
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