El 'efecto Caparrós' se diluye antes de comenzar
De los últimos cambios en el banquillo del Sevilla, el utrerano es quien menos suma en sus dos primeros partidos; Sampaoli (4), Mendilibar (4), Quique (3) o Diego Alonso (2) superan este arranque
El Sevilla recurrirá la roja a Lukebakio, aunque con pocas esperanzas de éxito

Joaquín Caparrós acudió sin dudarlo un instante a la llamada del Sevilla. Por un lado, nunca le hubiese dicho que no al club que tanto le ha dado en su carrera y del que igualmente es un hincha apasionado. Por el otro, el ... utrerano está ante su enésima reivindicación, queriendo dejar claro que sigue siendo un entrenador en activo, por muchas 69 primaveras que le contemplen. No iba a dejar esta oportunidad en un cajón y pensar ya que estaba retirado. Sin embargo, no ha calculado lo suficiente el nivel actual del Sevilla y la pobredumbre que asoma detrás de cada esquina. Aceptó sin miramientos y ahora debe enfrentarse al mayor peligro vivido por los sevillistas en las últimas dos décadas. Porque en ninguno de los años anteriores donde el Sevilla ha coqueteado con la zona baja había llegado a estas alturas de Liga (jornada 33) a una distancia tan corta de la zona de descenso y con las peores sensaciones imaginables. El peligro es real y le toca a Caparrós ahuyentarlo.
Porque el propio entrenador esperaba que ese punto de fortuna que casi siempre le ha acompañado en sus etapas en el banquillo nervionense fuese su aliada en este peligroso trance. En su segunda etapa, a finales del curso 2017-18, sumó dos victorias en sus primeras presencias en el banquillo, terminando con un formidable 10 de 12. En la anterior a la actual, al año siguiente del mencionado, comenzó con triunfo en casa del Espanyol, para sufrir su primer tropiezo contra el Valencia. Fue un tramo más largo, pero conseguiría los objetivos y cuatro triunfos en sus primeros cinco partidos.
La realidad es que su llegada en este mes de abril no ha levantado al muerto en la lona que es el Sevilla. Se congratuló de al menos sumar un punto contra el Alavés, cortando la dinámica de cuatro derrotas consecutivas. Su tropiezo en El Sadar, con el conocido condicionante de la expulsión de Lukebakio, no entraba en los planes. Al menos mereció la igualada al pelear con uno menos con entereza pese a las circunstancias. Sumar un punto en los dos primeros partidos, teniendo en cuenta de que se trata de un cambio en el banquillo, lo que suele conllevar una variación en la dinámica del equipo, es un bagaje escasísimo. De hecho, la peor de las últimas en Nervión, lo que en estos años es habitual.
El primero en aterrizar tras la estabilidad de Julen Lopetegui durante tres temporadas fue Sampaoli, quien sumó cuatro puntos en sus dos primeros encuentros, con ese gol salvador de Gudelj en Mallorca. Lo mismo que José Luis Mendilibar, su sucesor, tras vencer en Cádiz en su estreno y empatar contra el Celta en un partido que los sevillistas afrontaron con diez casi todo el encuentro y llegaron a dominar por dos goles de diferencia.
Peor le fue a Diego Alonso en comparación con los dos primeros. Como le ocurriese en su corto periplo en el Sánchez-Pizjuán, sus dos primeros partidos finalizaron en empate, con más mérito el cosechado ante el Real Madrid en Nervión. Ya el último cambio en el banquillo a mitad de temporada lo protagonizó Quique Sánchez Flores. Se estrenó con victoria en Granada para caer con el Atlético en el Metropolitano antes de Navidad. Ninguno llegaba con una varita mágica que provocase que su Sevilla se diese la vuelta como un calcetín, pero sí había un primer efecto suflé para sumar por encima de sus anteriores resultados. Con Caparrós apenas se ha notado este efecto. No ha existido ese primer impulso.
Las decisiones del entrenador
Joaquín Caparrós está demostrando, eso sí, cierta inquietud en cuanto a ese destino repleto de fatalidad que parece llevar al Sevilla al peor de los desenlaces posibles. Con su experiencia en los banquillos, es consciente de que debe tocar todas las teclas a su alcance, que no se puede estar quieto un segundo y que necesita tanto la fuerza de los jóvenes, como su rabia por no jugar; al igual que la experiencia de los veteranos, así como esa mala uva competitiva que por momentos hayan podido perder.
Por esto mismo, Caparrós ha jugado con dos onces bien distintos en sus primeros partidos. También porque el primero no le dio las soluciones que esperaba, aunque necesita provocar situaciones diferentes a las que ya ofrecía García Pimienta en su momento. No vale con tener control, sino encontrar otras armas para jugar de modo más directo. Por ejemplo, García Pascual entró como delantero por delante de un habitual como Isaac Romero. Y fue capaz de crear situaciones de gol con uno menos, aprovechando su fortaleza en los duelos, algo que siempre ha buscado un entrenador como Caparrós, quien le da una importancia suprema a las segundas jugadas tras duelos ganados.
Tampoco colocó de inicio a Peque o Suso, quienes habían estado a buen nivel ante el Alavés. Quiso contener a Osasuna y someterlo a partir de un juego pausado, donde la pelota estuviese en los pies del Sevilla. Todo saltó por los aires con la roja a Lukebakio. Y ahí apareció ese otro Sevilla competitivo, que no se dejó arrastrar por la fatalismo y que incluso pudo merecer algo más. Aún no se atreve el técnico a darle la manija total a Suso por falta de físico. Sin embargo, en poco más de una semana se la juega ante el Leganés. Una final en toda regla por la salvación y, encima, sin Lukebakio. El efecto Caparrós no ha cambiado nada en el Sevilla, pero si alguien puede levantar a este muerto es el propio Joaquín Caparrós.
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