Lágrimas, sonrisas, bienvenidas, vuelos y caídas: los mejores momentos deportivos de 2024

A once puntos de una final en la que lucharía por un oro, Carolina Marín cayó. «Me he roto», asumió en ese instante en el que todas las ilusiones para alcanzar el objetivo más deseado se desparramaron como las lágrimas que no pudo evitar. Una rodilla la había apartado de Tokio 2020, y otra rodilla le negó la final en París 2024. Lo intentó, pero la rotura era total, imposible aguantar esos pocos puntos para, al menos, colgarse una plata. Entera por fuera, el orgullo y el compromiso con el bádminton y sus seguidores la levantaron para, entre lágrimas, despedirse sin muletas ni silla de ruedas, con toda la pista en pie, compungida por un dolor que fue suyo y también colectivo. Su rival, He Bing Jiao le rindió honores en el podio.

Era el objetivo, el deseado, un reto difícil de lograr que se iba aplazando para desesperación de la grada madridista. Pero en julio de 2024, Kylian Mbappé besó por fin el escudo del Real Madrid. Un beso que celebraron los 80.000 aficionados que llenaron el Bernabéu para arroparlo en su estreno y que iluminó las esperanzas del conjunto blanco para este curso venidero.

No logró medalla, pero sí el oro a la vida. Levantó la barra y sonrió y lloró. Con un cáncer de pulmón, ya extendido al hígado, el riñón y el cerebro, detectado en 2023, Loida Zabala –sin movilidad en las piernas por una mielitis transversa– se negó a apagarse. Luchó contra todo por cumplir la meta de sus quintos Juegos paralímpicos. No piensa en la muerte, sino en Los Ángeles 2028.

En un instante, la Vuelta al País Vasco se quedó congelada. En una terrible caída quedaron en el suelo una decena de ciclistas, empotrados en una zanja de hormigón tras tomar la curva a gran velocidad. Entre ellos, Roglic, Vingegaard y Evenepoel, los tres grandes favoritos de esta y todas las carreras. El danés se fracturó la clavícula y varias costillas; el belga también se rompió la clavícula y la escápula en esa curva maldita.

Fue la imagen de la salud mental en Tokio 2020, apartada de las finales de todos los aparatos (menos equilibrios) porque su cabeza no le señalaba la diferencia entre el techo y el suelo. Una temeridad cuando con un salto casi alcanzas el cielo. Aquellos 'twisties' y fantasmas apagaron a la todopoderosa gimnasta estadounidense. Pero en París, Simone Biles volvió a volar, a subir más alto que nadie en el ejercicio de salto, y a ofrecer otra lección de pundonor y deportividad en suelo, donde se hizo humana con dos errores que impulsaron a Rebeca Andrade hasta un oro que había sido de Biles desde que empezara su carrera y hasta que la cabeza la dejó en el suelo. Una vez asumida la realidad, sorteado el vértigo y recuperada la verticalidad, Biles volvió a ser Biles.

La DANA arrasó con todo el pasado octubre, también el deporte, lo menos importante de las cosas importantes. Más de cien instalaciones deportivas y clubes fueron afectados de diferente manera en todas las modalidades. Se cancelaron partidos, se lloraron pérdidas, se rindieron homenajes y, poco a poco, el deporte valenciano fue reconstruyéndose desde el barro para volver a ofrecer el espíritu competitivo, solidario y de superación que recoge esta fotografía. Un tributo a las víctimas y sus familiares, y a todos los que lo perdieron todo y a los que ayudaron con todo. Aunque todavía con mucho por limpiar, el deporte se levanta.